El 29 de agosto de 1626 Vicente Carducho (h. 1576-1638) firmó un contrato para acometer la serie pictórica más completa y ambiciosa jamás realizada sobre la orden de los cartujos: se trataba de un conjunto de cincuenta y seis lienzos de grandes dimensiones pensados para el claustro mayor de la caruja de El Paular de Rascafría (Madrid). ésta había sido levantada bajo el patrocinio de Juan I de Castilla (1358-1390) y gozaba todavía del favor real durante el reinado de Felipe IV (1605-65), como se refleja en este encargo, que incluía el escudo del monarca además del de la orden, representados en dos lienzos de menores dimensiones actualmente desaparecidos.
Las cincuenta y cuatro telas restantes se dividen en dos grupos: las veintisiete primeras ilustran la vida del fundador de la orden, san Bruno de Colonia (1035-1101), desde el momento en que decide abandonar la vida pública y retirarse a los montes de la Chartreuse (Francia), hasta su muerte y primer milagro póstumo.
El segundo grupo está dedicado a los hechos más notables de los cartujos en diferentes lugares de Europa; un recorrido desde el siglo XI al XVI que muestra el impulso fundacional de la orden y los tópicos sobre la misma: su retiro en paisajes solitarios de gran belleza, su vida de humildad, mortificación y penitencia, y su dedicación al estudio y a la oración.
El ciclo se cierra con un grupo de escenas “heroicas” sobre la persecución y el martirio padecidos por algunas de sus comunidades en los siglos XV y XVI. Estas imágenes pretendían reforzar la fe de los cartujos, al tiempo que ilustraban los conflictos religiosos y territoriales de la Europa del momento. Por lo demás, la serie refleja bien la predilección de la religiosidad del Barroco por la oración, el martirio, los milagros y las visiones extáticas.
Vicente Carducho, el encargado de pintar todo el conjunto, además de teórico del Arte, era el artista más respetado y prestigioso de la corte madrileña, y el más capaz para acometer un trabajo de tal complejidad. Para llevarlo a cabo se requerían amplios conocimientos en diseño de composiciones de gran tamaño y dificultad, demostrar dominio del espacio, capacidad narrativa, manejo de numerosas figuras, habilidad para la expresión de los sentimientos y la gestualidad, así como destreza en el empleo de un colorido que diera amenidad a la serie en su conjunto. Todos estos aspectos definían el género que en el siglo XVII tenía la máxima consideración: la pintura de historia.
Carducho había nacido en Florencia, pero llegó muy pronto a España, en 1585, acompañando a su hermano, el también pintor Bartolomé Carducho (h. 1560-1608), ayudante de Federico Zuccaro (1540/41-1609) en las decoraciones del monasterio del Escorial. Se formó por lo tanto en la principal cantera del arte español de finales del XVI, con la impronta del clasicismo toscano y el sentido pedagógico de los pintores escurialenses. Durante el primer tercio del siglo XVII acometió los encargos más importantes del momento en Madrid, Valladolid, Toledo y Guadalupe (Cáceres); en muchos casos acompañado de Eugenio Cajés (1575-1634). En el Salón de Reinos del palacio de Buen Retiro, el conjunto decorativo de mayor contenido simbólico del reinado de Felipe IV, fue el único artista que realizó tres composiciones de batallas ganadas por las tropas españolas en la década de 1620. Fueron pintadas en 1634, un año después de que Carducho publicara uno de los tratados artísticos más importantes del siglo XVII en España: sus célebres Diálogos de la pintura, redactados en las mismas fechas en que se hallaba pintando el conjunto de El Paular.
La serie se realizó entre 1626 y 1632 después de un laborioso proceso creativo que conllevó la elaboración de numerosos dibujos y bocetos, y en el que participaron algunos ayudantes del pintor. El conjunto permaneció en El Paular hasta la desamortización de 1835, es decir durante la expropiación de los bienes de las órdenes religiosas por parte del Estado.