Jarro cilíndrico de cristal con tapa
1200 - 1230. Cristal de roca / cuarzo hialino, Plata dorada, 25,9 x 19 cmSala 079B
Vaso compuesto por diversas piezas de cristal y seis guarniciones de plata dorada. Se ha empleado como cuerpo un viril de relicario al que se añadió un pie decorado con gallones torsos, todo ensamblado con una guarnición tardo manierista, en un estilo que se sitúa en el entorno del platero François I Roberday (1590-1651). Distintas atribuciones a Roberday hacen pensar que la guarnición de la pieza del Prado pudiera ser también obra de este maestro, natural de Orleans y protegido de Gaston de Orleans (1608-1660), pues algunos detalles como las hileras de ovas y puntos aparecen en otras obras suyas (Arbeteta, L., "Otras miradas sobre el Tesoro del Delfín: revisión y nuevas propuestas de procedencias y autorías", en Boletín del Museo del Prado, 37, 55-57, 2019-21, 2021, p. 42).
Debido a su elevado valor, los objetos realizados en cristal solían reutilizarse para componer nuevas piezas, integrándose en obras que podían cobrar un aspecto diferente, a veces con una nueva función. Es el caso de una de las piezas que componen este aguamanil, colocada a modo de remate junto a la tapa, y que originalmente pudo pertenecer a un juego de ajedrez.
El Tesoro del Delfín es un conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre; la adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, guardados en sus cajas, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1778 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.