Baco
Mediados del siglo XVIII. Lápiz sobre papel, 480 x 337 mmNo expuesto
Don Valeriano Salvatierra y barriales, escultor neoclásico que fue discípulo de Cánova y de Thorwalsen en Roma, y que se instaló en Madrid en 1817, recibiendo entonces diversos encargos y honores de la corte. Su relación con el museo del prado fue bastante larga (desde 1819 hasta su muerte en 1836) y particularmente fructífera, pues se ocupó de la decoración de su fachada principal con figuras alegóricas y, sobre todo, asumió el papel de restaurador de la colección real de esculturas, asistiendo a su llegada (1829) y a su colocación en las salas del museo (1830). Según testimonio de Benito Vicens y de Hübner, es Salvatierra el responsable de casi todas las restauraciones que sufrieron las obras representadas en el Cuaderno de Ajello que hoy se encuentran en distinto estado del que mostraban en el siglo XVIII.
La presente escultura de Baco, que llevaba el no748 en el inventario de 1849-57 y hoy lleva el no E000368, perdió su brazo derecho después de 1789, cuando aún se hallaba en la “pieza octava” del Palacio de La Granja, y antes de 1834, según se deduce del inventario de ese año del Museo del Prado. Pero asombra la noticia de que Salvatierra cambió la cabeza: la comparación entre el presente dibujo y la pieza en su estado actual, recientemente restaurada (1998), lleva a pensar en simples retoques o en una reelaboración según el mismo modelo.
En cuanto al origen de la estatua, no hay duda de que debe identificarse con una “statua di Bacco ignudo riccoperto con un pezzo di pelle di tigre, giovine coronato di pampini con un graspo d´uva alla destra in atto di spremere in una tazza che tiene nella sinistra”, obra que aparece en el catálogo de la colección Odescalchi. Sin embargo, no parece relacionarse con ninguna obra de las reseñadas por distintos catálogos de la colección de Cristina de Suecia, adquirida por Odescalchi en 1692.
El dibujo forma parte del conocido como Cuaderno de Ajello formado por un conjunto de cincuenta y nueve hojas sueltas, con dibujos a lápiz, destinadas a servir de modelo para la realización de una serie de grabados, que debían ilustrar un catálogo descriptivo de las esculturas reunidas por Felipe V y su esposa, Isabel Farnesio, en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso.
Elvira Barba, Miguel Ángel, El Cuaderno de Ajello y las esculturas del Museo del Prado, Madrid, Museo del Prado, 1998, p.64-65