Concierto de aves
Mediados del siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 203 x 334 cmNo expuesto
Las representaciones de distintas aves posadas sobre troncos de árboles a modo de Concierto de aves, junto a una partitura musical, las pusieron en boga los artistas flamencos en las primeras décadas del siglo XVII, especialmente Frans Snyders. El tema del Concierto de aves es anterior a la costumbre cortesana barroca de poseer jaulas de pájaros para el deleite: tiene su origen en la Edad Media, y en pintura tiene antecedentes previos al pintor, con las representaciones de Eolo con las aves que se multiplicaron en los últimos años del XVI. Se utilizaban como decoración para sobreventanas, sobrepuertas o antechimeneas por la aristocracia y burguesía de las zonas septentrionales europeas, importándose más tarde a España. Su significado simbólico se vincula con la representación de aves franciscana, relativa a la devoción mariana a Nuestra Señora de los Pájaros, originaria del siglo XIII. También estos conciertos suelen ser considerados como alusiones al sentido del Oído, aunque la interpretación no es clara. Además, los conciertos de aves aluden al concierto y reglamentación natural, en el sentido de equilibrio con la naturaleza, idea plasmada en la sistematización musical del canto de los pájaros. Así, por lo general, su significado tiene que ver con el concierto político y orden social del que gozaron los propietarios de estos cuadros durante el gobierno de los Archiduques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia. Esto explica el éxito en los interiores burgueses y nobiliarios. En cuanto a las aves, se distinguen treinta especies: a la derecha de la composición, un gallo se dispone junto al gran pavo real que hace la rueda con su cola. Delante del mismo gallo se dejan ver una urraca y dos gallinas. Una extraña pareja oscura vuela cerca de la pata del gallo y por encima de lo que parece un chotacabras europeo. De esta pareja, el ejemplar que vuela hacia arriba tiene todo el aspecto de ser un martín pescador. Bajo la cola del gran pavo real, una pareja de abubillas coronadas por su característica cresta cremosa enmarca un variopinto grupo en el que una pareja de chocha perdiz vuelve la cabeza para mirar al espectador. La fila central de este grupo la forman un arrendajo, un cuco (en su morfo rojo) y tal vez un avefría. El ejemplar situado delante del arrendajo lo que más parece es un gorrión gigante y nada se puede afirmar respecto al que está tras el cuco. Una grajilla, en apariencia tan grande como un cuervo, se esconde tras la cola del pavo. En el árbol, a la espalda del gran guacamayo rojo, un pico menor contempla la llegada de un ejemplar dudoso, mientras por el tronco sube un pito real a la vez que desciende su pareja. Por la parte izquierda del tronco, un mirlo canta posado en la misma ramilla que una pareja de golondrinas y un extraño ser de cuello doblado que intenta ser un estornino. De una ramita inferior cuelga un carbonero común que observa la aproximación en vuelo de una amazona frentizaul y un pequeño jilguero. En la base del tronco, un pavo común, una pareja de avetoros, uno de ellos con extraño copete, otra de garzas reales y un cisne tienen entre sus patas a una serie de ejemplares. Entre los avetoros lanza su sonoro canto un arrendajo, mientras que el que se mueve a los pies de las garzas es un ánade silbón. El ejemplar que mira a lo lejos, hacia el gran pavo real, debe ser un ánsar doméstico. A su lado, una hembra de ánade difícil de determinar y muy cerca una hembra de serreta mediana con su curioso copete de plumas (Texto extractado de Gómez, Joaquín y otros: Las Aves en el Museo del Prado, 2010, pp. 175-176; Colomer, José Luis: ARTE Y DIPLOMACIA de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII, Ed. Fernando Villaverde, Madrid, 2003. pp. 281-285).