Dánae recibiendo la lluvia de oro
1560 - 1565. Óleo sobre lienzo, 129,8 x 181,2 cm. Sala 029Las primeras poesías que recibió el príncipe Felipe fueron Dánae (1553, The Wellington Collection) y Venus y Adonis (1554, Museo del Prado, P422), versiones de otras anteriores, pero revestidas del prestigio de su propietario, y que se convirtieron a su vez en modelos para múltiples réplicas como Dánae recibiendo la lluvia de oro (1560-65, Museo del Prado, P425).
Dánae ilustra el momento en que Júpiter la posee en forma de lluvia de oro. Tiziano pintó la primera Dánae en Roma en 1544-45 para el cardenal Alessandro Farnese y aludía a los amores del cardenal con una cortesana. Esta Dánae fue modelo para la de Felipe II, donde Cupido fue sustituido por una anciana celadora, cuya inclusión enriquece la pintura al brindar sofisticados contrapposti: juventud frente a vejez; belleza frente a fealdad; figura desnuda frente a vestida.
Felipe II recibió la obra que ahora se conserva en la colección Wellington en 1553 y permaneció en la colección real española, primero en el Alcázar y después en el Buen Retiro, hasta que, tras la Guerra de la Independencia, Fernando VII se la regaló al duque de Wellington. Su tamaño original era similar al de Venus y Adonis, pero a finales del siglo XVIII se eliminó el tercio superior por razones de conservación. Descripciones antiguas y una copia flamenca, revelan que en ese tercio superior se incluía el rostro de Júpiter y un águila con los rayos, atributos del dios.
Años más tarde, en 1565, Tiziano pintó la Dánae que se conserva en el Prado con una factura más deshecha y una extraordinaria calidad. El responsable de su llegada a España fue Velázquez, a quien en 1634 Jerónimo de Villanueva abonó mil ducados por dieciocho pinturas para el adorno del Buen Retiro, entre las que figuraba la Dánae de Tiziano. Por otro documento sin fechar, que recoge la entrega material de las pinturas por parte de Villanueva, sabemos que esta Dánae poseía un formato apaisado, muy distinto al prácticamente cuadrangular de la pintada para Felipe II. Parece plausible que Velázquez adquiriese la Dánae en su primer viaje a Italia (1629-31); de hecho, el lote de obras vendidas en 1634 incluía varias propias que fueron pintadas entonces, como La túnica de José (Monasterio del Escorial) o la Fragua de Vulcano (Museo del Prado, P1171).
Aunque el viaje que hizo Velázquez a Italia en 1629 lo llevó a Venecia, no parece que adquiriera allí la Dánae. Con anterioridad a 1629 sólo se documenta una Dánae en Venecia: el quadro con Giove in pioggia d`oro di mano di Titiano (cuadro de Júpiter convertido en lluvia de oro de mano de Tiziano) que se cita en enero de 1606 en el inventario post mórtem del mercader flamenco Carlo Helman (fallecido en Sevilla en 1605) y que Stefania Mason identifica con el quadro con Giove in pioggia d`oro (cuadro de Júpiter convertido en lluvia de oro) sin autoría, citado en el inventario del 13 de mayo de 1604 de Francesco Vrins, otro flamenco residente en Venecia. Esta Dánae debió abandonar poco después Venecia, pues Ridolfi no cita ninguna obra con este tema atribuida a Tiziano en la ciudad, y se ha querido identificar con la inventariada en Génova en 1621 en poder de Giovanni Carlo Doria (1576-1625:) Una piogia doro del Titiano (Una lluvia de oro de Tiziano).
Doria habría adquirido su Dánae entre 1617 y 1621 y no figura en inventarios familiares posteriores a su fallecimiento en 1625. Ello permite sugerir que la Dánae del Prado pudo ser la que perteneció a Doria y que Velázquez la habría comprado cuando llegó a Génova en el otoño de 1629. La condición filoespañola de la familia Doria y las cartas de presentación que llevaba Velázquez consigo hacen plausible su acceso a la familia del aristócrata genovés. Que Velázquez adquirió pinturas en Génova parece avalarlo el hecho de que otra de las pinturas incluidas en la venta de 1634 fuera una Susana del genovés Luca Cambiaso. Se ha venido identificando la Dánae Doria con la citada en 1633 en París en poder de Louis Phélypeaux de la Vrillière (1598-1681), hoy en el Hermitage. El principal argumento para ello es que la Dánae del Hermitage era la única cuya historia anterior a 1633 se desconocía; sin embargo, que ignoremos la procedencia última de la conservada en el Prado obliga a reconsiderar la asociación de la Dánae Doria con la del museo ruso.
Sea quien fuere el primer propietario de la Dánae del Prado, de su contemplación se deducen dos circunstancias: que era alguien dispuesto a pagar un elevado precio por ella, como atestigua su calidad, muy superior a la de otras réplicas como las conservadas en Viena y San Petersburgo, y que buscaba una obra abiertamente erótica. La Dánae del Prado supera en sensualidad a las demás versiones autógrafas por la completa desnudez de la figura (ha desaparecido el paño sobre las piernas), por la expresión de éxtasis del rostro, con los labios abiertos dejando entrever la dentadura, y por el gesto de la mano separando las piernas para facilitar el acceso al dios, incluso la aparición del perro podría aludir en este contexto a la lujuria. Frente al carácter mecánico de las réplicas de Viena y el Hermitage, realizadas en la bottega probablemente para agasajar a potentados extranjeros, la altísima calidad de la Dánae del Prado sugiere un encargo expreso del comitente y una relación directa entre éste y el pintor. Tiziano debió pintar esta obra hacia 1560-65. Así lo apunta su realización mediante breves y deshechas pinceladas cargadas con un óleo tan diluido que permite apreciar la trama del lienzo, como sucede en otras obras de esos años como el Autorretrato (P407) y el Ticio (P427), ambos en el Prado.
La reflectografía revela un tratamiento muy distinto entre Dánae, cuyo nítido silueteado delata la utilización de un calco, y la anciana celadora, dibujada a mano alzada: la misma oposición que encontramos en el ejemplar de Apsley House. La radiografía descubre cambios en ambas figuras. En Dánae se centran en la posición más contraída de la pierna derecha y en pequeñas alteraciones en la posición del brazalete y en la extensión de los dedos del pie derecho. Respecto a la sirvienta, se aprecian cambios en la barbilla, el vestido -un poco más elevado- y el tocado; revelándose una figura prácticamente idéntica a la del Hermitage.
Falomir, Miguel; Joannides, Paul, Dánae y Venus y Adonis: origen y evolución. Boletín del Museo del Prado, Museo del Prado, 2014, p.16-51 [16-31 fg.24, fg.27]