Joaquina Téllez-Girón, hija de los IX duques de Osuna
1798. Óleo sobre lienzo, 190 x 116 cmSala 089
La modelo, hija de los IX duques de Osuna, nació en Madrid el 21 de septiembre de 1784. Condesa de Osilo, por cesión de su madre, casó el 21 de diciembre de 1800 con don José Gabriel de Silva-Bazán y Waldstein, X marqués de Santa Cruz desde 1802, mayordomo mayor de Fernando VII y director de la Academia Española y de la de Medicina. La pintó Goya, junto con sus padres y hermanos, en un lienzo célebre del Museo del Prado (P739) y en otro retrato, ya aislado, en 1805, con una lira y recostada en un canapé como musa de la Poesía, perteneciente a la misma institución (P7070). Murió en Madrid el 17 de noviembre de 1851. Esta obra forma parte de un grupo de cuatro que fue encargado a Esteve. Representaban a los hijos de los duques y la presente, en particular, es pareja de otra de similares dimensiones que muestra a su hermana mayor, la marquesa de Camarasa (colección particular), ante una mesa con un juego de tric-trac. Fue una de las damas más sobresalientes de su tiempo y llegó a ser ama, así como camarera, de la reina Isabel II. Al igual que el resto de sus hermanos, recibió una educación esmerada, tanto desde el punto de vista del conocimiento de materias científicas y humanísticas, como de las artes. Había tenido, además, la posibilidad de conocer desde muy niña, en las tertulias de sus padres, a los más notables intelectuales y artistas de los últimos años del siglo XVIII, como Ramón de la Cruz, Tomás de Iriarte, Moratín, Meléndez Valdés, etc.; ella misma mantuvo, después del matrimonio, su propia tertulia, a la que asistieron poetas de la categoría de Manuel José Quintana. La marquesa, según las memorias de Lady Holland, era bellísima con una insinuante y cautivadora sonrisa cuando habla. El aspecto de la dama, aún muy joven -de acuerdo con la firma debía de tener trece años de edad- no permite, todavía debido a sus rasgos de adolescente, apreciar la belleza que poseyó más adelante y que fue comentada positivamente en su época. Aparece apoyando el brazo derecho sobre un globo terráqueo, dispuesto encima de una mesa, lo que puede ser prueba de un interés por la Geografía, disciplina en boga durante la Ilustración. Destaca en el cuadro una bella armonía cromática basada en el empleo de grises azulados en los fondos y en el gran cortinaje que enmarca la escena, sobresaliendo las tonalidades blanquecinas del vestido, junto al destello rojizo de la madera que sustenta la representación de la esfera terrestre. Su atuendo, sencillo pero elegante, se encuentra determinado por el tipo de indumentaria al gusto griego, a la moda en Francia durante el Directorio. Los cabellos aparecen sueltos y tratados sin artificio. Al fondo, una puerta entreabierta puede ser tanto la entrada en la habitación como un símbolo de apertura a la vida, lo que para la muchacha, culta y refinada, significaría de hecho un ingreso en la sociedad aristocrática de su entorno (Texto extractado de Luna, J. J. en: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Museo Nacional del Prado, 2006, p. 180).