La Batalla de Wad-Rass (Episodio de la guerra de África)
1860 - 1861. Óleo sobre papel pegado en cartón, 54 x 185 cm. Sala 063AFortuny presenció la batalla que se libró en el valle de Wad-Ras el 23 de marzo de 1860, una de las pocas que pudo vivir en primera persona. Las de Castillejos y Tetuán tuvieron lugar antes de su llegada al continente africano, así que solo pudo contemplar la de Samsa, que ocurrió el 11 de marzo, y esta a cuyo término se firmó una tregua previa al armisticio que puso fin al enfrentamiento bélico el 26 de abril de 1860, el Tratado de Wad-Ras. Como es lógico, dado su carácter de testigo directo, el artista eligió el momento más heroico del enfrentamiento, que permanecería imborrable en su imaginación. En medio de la lucha entre las dos fuerzas enemigas, la vanguardia de las tropas españolas constituidas por el segundo cuerpo bajo el mando del general Ramón de Echagüe fue sorprendida por un grupo de jinetes marroquíes que les obligó a replegarse. En esa delicada maniobra los voluntarios catalanes desempeñaron un papel defensivo clave, pues el batallón de la Diputación cubrió al resto de las tropas durante la retirada y soportó dos duras cargas de la caballería enemiga. Aunque Fortuny describió el enfrentamiento en varios apuntes rápidos, elaboró luego detenidamente el episodio, en el que hizo protagonista central al coronel Francisco Fort, jefe de los voluntarios catalanes. Al parecer, mataron a su caballo pero él, que tuvo la fortuna de caer de pie, continuó defendiéndose heroicamente. Según el dibujo preparatorio que ha de considerarse como el principal modellino para esta composición pintada, lo hizo con un sable y un revólver, abatiendo a uno de sus enemigos con la ayuda de un voluntario, pero en la pintura del Prado ese detalle no se aprecia con la misma nitidez.
Para la preparación de la futura obra Fortuny tomó varios apuntes del paisaje y elaboró algunos croquis elementales sobre la maniobra que le sirvieron de inspiración para la composición final, que abocetó ya en Roma. Tal y como se ha señalado repetidamente, Fortuny viajó a París para adquirir ideas acerca del tono épico con el que debía elaborarse la narración, y los autores que se han ocupado de esta obra han subrayado su dependencia de los modelos de Horace Vernet (1789-1863), sobre todo de la Toma de la Smalah de Abdel-Kader (Versalles, Château de Versailles). Esa visita, pensada para que el artista catalán se familiarizara con las costumbres europeas al describir la guerra moderna, redunda en la intencionalidad publicitaria y en la construcción épica del episodio, frente a las interpretaciones casi naturalistas que se han hecho de esta obra. En ese sentido, la desenvuelta factura pictórica, vibrante y fresca, el tratamiento sincero de la naturaleza y el realismo de la iluminación contribuyen a la verosimilitud de la composición y a apoyar la idea de que esta elaborada imagen está en realidad tomada del natural. La precisión en el tratamiento de las figuras, el centelleo lumínico de los toques sobre estas y sobre la naturaleza, así como el gusto colorista con el que se resaltan los uniformes catalanes y del resto de los personajes, revelan el minucioso estudio que existe tras este material preparatorio, pero también anuncian la personalidad madura del maestro. Así, su técnica y su formato permiten deducir que era el boceto para una composición similar a La batalla de Tetuán, y que aparece condensada aquí en tamaño pero no en la grandiosidad de su concepción (Texto extractado de G. Navarro, C. en: Fortuny (1838-1874), Museo Nacional del Prado, 2017, pp. 118-120).