Las camas de la muerte
Hacia 1813. Sanguina sobre papel verjurado, 147 x 205 mmNo expuesto
Si la muerte ha aparecido de forma explícita y abundante a lo largo de numerosas estampas del hambre, su nombre no lo había hecho hasta ahora en sus títulos. Esta obra quizá sea una de las más expresivas de todo el conjunto, al tiempo que una de las más reflexivas. Goya tuvo claro desde un principio la idea de esta composición, pues el dibujo preparatorio apenas muestra más diferencias con la estampa que las derivadas del empleo de diferentes técnicas gráficas: sanguina en uno y aguafuerte en otra. El asunto representado no fue evidente para sus primeros críticos. Sería Beruete en 1918 el primero en comprender la dimensión emocional de esta obra, una "escena impresionante y trágica, admirablemente resuelta, sencilla y llena de emoción, que recuerda esos momentos decisivos de silencio en que sin decir palabra se dice todo" (Beruete 1916-18, III, p.91). La escena ha sido puesta en relación con la gran cantidad de cuerpos que se acumulaban en los hospitales durante la hambruna que padeció la capital. Sin cama donde reposar, tendidos en los suelos de pasillos y tapados con poco más que una manta, sólo les quedaba esperar la inevitable muerte. Goya muestra a una mujer casi totalmente cubierta con una manta de la que tan sólo asoman los bajos de su falda, tapándose el rostro para evitar el olor y la visión de tan horrorosa situación. Si los cuerpos que aparecen alineados tras esta figura en pie están o no sin vida es lo de menos, porque la muerte, que ha rondado las estampas anteriores y posteriores, está omnipresente y el título así se encarga de aclararlo. Pese a éste, la protagonista de la estampa es la figura en pie que trata de pasar de largo ante las camas de la muerte, del mismo modo que trata de evitar ese destino. La sensación de tránsito está sugerida por la ligera diagonal que forman los cuerpos alineados horizontalmente, y que marca el avance de la mujer hacia el primer plano. Compositivamente Goya acentúa la soledad de este personaje inscribiéndolo en un fondo oscuro en el que destaca la verticalidad de su figura. De nuevo vuelve a mostrar algo más que una escena que pudo haber visto durante estos años en Madrid para, privándola de toda referencia concreta a un lugar determinado, trascender su significación y convertirla en una imagen universal de la soledad y la angustia del hombre ante la muerte. (Texto extractado de: Matilla, J.M.: Las Camas de la muerte, en: Goya en tiempos de Guerra, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2008, pág. 332)