Lo mismo
1810 - 1814. Aguada, Aguafuerte, Bruñidor, Buril, Punta seca sobre papel avitelado, ahuesado, 162 x 223 mmNo expuesto
Klingender apuntó que Goya concibió los Desastres como una obra musical, en cuya obertura se presentaban los personajes que iban a aparecer a lo largo de la serie. Efectivamente, así podemos concebir las primeras imágenes en las que identificamos a los protagonistas que van a acompañarnos a lo largo de la obra, civiles españoles y militares franceses enfrentados con una violencia casi siempre irracional, y cuyo resultado no es otro que la muerte. Para contar su particular visión del conflicto, Goya va a servirse de una concatenación de secuencias, reforzada mediante los títulos que las relacionan expresamente, recurso que ya había empleado en los Caprichos. Y así, por ejemplo, el título de esta estampa, Lo mismo, alude al anterior Con razón o sin ella. La relación entre ambas es muy estrecha y pueden entenderse como imágenes complementarias; si la primera mostraba la muerte de los españoles, esta segunda hace otro tanto con la de los franceses. Pero además Goya utiliza otro recurso extraordinariamente novedoso para relacionarlas, y lo que aparece al fondo en la primera estampa, apenas esbozado, pasa a primer término en esta segunda. En estos primeros planos Goya rompe radicalmente con la tradición representativa de los sucesos bélicos, lo que explica con elocuencia la incorrección política de los Desastres. Nada más alejado de la imagen propagandista que el rostro enloquecido del patriota que se dispone a dar un hachazo mortal al ya indefenso soldado francés que apenas puede hacer otra cosa que protegerse inútilmente con la mano. El contraste entre los rostros del iracundo español y el aterrorizado francés, unido al frío brillo del filo del hacha y la mano abierta del soldado recortada sobre un fondo con una ligerísima aguada, son aspectos expresivos esenciales de esta estampa. De nuevo, en segundo plano, pero con gran detalle, muestra otros “ejemplos” de este patriótico enfrentamiento, como el que va a degollar por la espalda al soldado o el que muerde la mano al que yace desangrándose en primer término. Estas imágenes nos despejan la duda acerca de cómo interpretar el ambiguo título, como ya Mélida, el primero de los críticos, apuntó: “La leyenda de esta lámina y más aún de la anterior, de que es consecuencia, son poco patrióticas. El pueblo cometería indudablemente actos de ferocidad nada justificada; atropellaría sin provocación a los soldados desprevenidos que encontrara en su camino; pero de criticar esto a negar la razón que le asistía hay gran diferencia, y solo en el escepticismo, que Goya debía hacer extensivo a todo, halla explicación esta manera de pensar”. En cualquier caso, y tras analizar el conjunto de estampas, parece que Goya se pone siempre de parte de los perdedores, de los indefensos, de los que van a morir “con razón o sin ella”. Un detalle nos permite efectuar esta afirmación: la constante forma de mostrar la deformación moral a través de rostros satíricos o grotescos, al igual que había hecho en el cartón de La boda (Madrid, Museo Nacional del Prado, P00799) o en numerosas estampas de los Caprichos. El rostro irracional de este español no difiere del que apuñala reiteradamente, y ya sin razón, al mameluco derribado de su caballo en el lienzo del Dos de mayo. Por otra parte, la existencia de constantes en la obra de Goya se pone también de manifiesto en la coincidencia del modo de expresar la locura a través de gestos y acciones entre esta estampa y la pintura Corral de locos, como Vega se encargó de poner de manifiesto. (Texto extractado de: Matilla, J.M.: Lo mismo, en: Goya en tiempos de Guerra, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, pág. 284)