San Francisco Javier bautizando indios
Hacia 1770. Óleo sobre tabla.No expuesto
El tondo presenta a San Francisco Javier vestido de sotana, sobrepelliz y estola, bautizando a gentes de distintas razas que se disponen arrodilladas a recibir el sacramento. Los personajes representados recuerdan arquetipos indios y orientales, que recibieron el bautismo de sus manos en sus largos viajes por mar. Junto a ellos, aparece arrodillada una alegoría de la Fe portando una cruz patriarcal. Un fondo de arquitectura curva rematada en un jarrón da solemnidad a esta escena del bautismo, que representa la culminación de la obra evangelizadora de San Francisco Javier desde que partió de Lisboa el 7 de abril de 1541 hasta su muerte en 1552. Durante su misionado en Oriente, el santo jesuita recorrió un extenso territorio que incluía las tierras de Goa, India, Malaca, Molucas, Filipinas, Japón y China, alcanzando en vida una amplia notoriedad y reconocimiento de su labor. La inmensidad de su trabajo apostólico le reportó la glorificación, y así en 1609 el papa Paulo V lo beatificó, siendo canonizado como santo en 1622 por Gregorio XV.
La tabla, de autor anónimo, destaca por su rico tratamiento del colorido. La figura del santo está realizada teniendo como referente el grabado de Greert Edelinck divulgado ampliamente en la Vie de Saint François Xavier del jesuita Bouhours, y sobre todo recuerda las versiones posteriores que hicieron muchos artistas. Compositivamente, la obra guarda paralelismos con el lienzo del mismo tema de la parroquia de San Jorge el Real en Tudela, que pintó Vicente Berdusán en el último tercio del siglo XVII. Los tipos físicos de los indígenas y la postura del santo derivan de un mismo modelo, en el que ambas obras se inspiraron.
La obra ingresó en el Museo del Prado procedente del Museo de la Trinidad, aunque se ignora su procedencia anterior. Su tamaño y forma recuerda a los discos de profesión que adornaban el pecho del hábito de las monjas durante esta ceremonia conventual. Estas representaciones son muy abundantes en México, donde se conservan algunos retratos que muestran dichos elementos artísticos, caso del retrato de sor Juana Inés de la Cruz, del Museo Nacional de Historia, realizado por Miguel Cabrera; o de un retrato anónimo del siglo XVIII de sor Juana conservado en el Philadelfia Museum of Art. También vemos este disco en el lienzo de sor Josefa, atribuido al pintor Francisco Javier Salazar, del ex convento mexicano de Churubusco. No obstante, hemos de señalar que no coincide con estas representaciones si atendemos al material sobre el que se ha realizado, pues estos discos suelen estar ejecutados sobre tela o pergamino, mientras que éste fue pintado sobre tabla. Probablemente haya que relacionar esta obra con un encargo hecho para un oratorio privado, dado su tamaño y calidad (Texto extractado de Méndez Rodríguez, L. en: Filipinas. Puerta de Oriente. De Legazpi a Malaspina, 2003, pp. 237-238).