Pedro III “el Grande” (Valencia, 1240-Villafranca del Penedés, 1285). Segundo hijo de Jaime I “el Conquistador” (1208-1276) y de Violante de Hungría (1215?-1251), sucedió a su padre en los reinos de Aragón y Valencia y en el condado de Barcelona.
Una barca de vela izada permanece en la orilla junto a un grupo de personas. La pincelada briosa y muy empastada, observable a simple vista, delata que el cuadro se trata de un apunte rápido, tomado del natural. La importancia concedida a la luz, aventura un tipo de pintura que se anticipa al luminismo de Sorolla.
Como tercer y último envío de la pensión que disfrutaba en Roma concedida por la Diputación de Valencia, Ignacio Pinazo pintó un pasaje de la historia de España estrechamente vinculado a su tierra valenciana que ya había plasmado en otro lienzo de menos tamaño conservado en dicha institución, los últimos instantes de vida del rey don Jaime I el Conquistador en el momento de su abdicación en su hij
El gusto de Pinazo por la infancia le llevó a realizar numerosos retratos de sus hijos en los que captó la espontaneidad y la frescura propias de la niñez. En esta ocasión muestra a su modelo predilecto, su hijo Ignacio, quien después sería escultor. Este retrato de su hijo Ignacio Pinazo Martínez (Godella, 1883- Valencia, 1970) participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912 en la que
El niño se convierte en protagonista de retratos que derivan hacia las escenas de género de ambientación doméstica que apelan a los sentimientos, pero sin caer en el sentimentalismo del gusto de la época, tan dado a valorar la visión doméstica de la vida y el papel primordial de la familia en la historia. En esta serie se podría encuadrar Niña con muñeca, un retrato infantil de atmósfera intimista
Ignacio Pinazo Martínez (Valencia, 1883-Godella, Valencia, 1970). Escultor, pintor y cantante con obras en la colección del Museo del Prado.
El gusto de Ignacio Pinazo por los motivos infantiles le llevó a realizar con frecuencia apuntes, tanto dibujados como al óleo, de sus dos hijos, José e Ignacio. La belleza física del menor, Ignacio, cuyas delicadas facciones enmarca un rizado cabello castaño, y su expresividad, atrajeron en mayor medida la atención del pintor, que lo representó en numerosas obras, de las que el Prado guarda un am
Esta obra presenta a un hombre acostado boca abajo con una corona de pámpanos en la cabeza que lo inviste de una evocación de paganía. Este cuadro es uno de los más claros exponentes de los ecos del impacto del Fortuny de Portici cuyo Desnudo en la playa de Portici (P02606). Se trata, además, de una obra importante dentro de la orientación luminista de la pintura valenciana y que demuestra cómo en
Entre 1881 y 1895, Ignacio Pinazo Camarlench realiza una serie de retratos infantiles de sus propios hijos y de otros niños. En esta ocasión retrata a su hijo Ignacito medio desnudo, con el cabello largo que lo convierte en ser asexuado, trasladando una imagen de la delicadeza y la fragilidad infantiles, con detalles tan exquisistos como los gestos de sus manos. En esta pintura, Pinazo muestra com
Entre la numerosa representación de la obra de Ignacio Pinazo que posee el Museo del Prado, esta es quizá la pintura que mejor testimonia el grado de modernidad alcanzado por el artista en su plena madurez, verdaderamente singular en el panorama de la pintura española de su tiempo. Resuelta con un lenguaje plástico rayano en la abstracción, el abundante uso de la espátula sobre manchas de color qu
El tema infantil ocupa un lugar significativo en la obra de Ignacio Pinazo, siendo parte fundamental de su producción los retratos pintados a partir del nacimiento de sus dos hijos José (1879) e Ignacio (1883), en los cuales se plasmará la evolución de los dos niños. En este cuadro el retratado es Ignacio, en camisa con el hombro descubierto sobre un fondo de tono oscuros que remiten a su ascenden
El lienzo representa dos niños dibujando sobre un tablero apoyado en una silla, en un interior doméstico. La luz entra por los cristales de la ventana entreabierta, iluminando sus rostros sonrientes y muy atentos a su ocupación. Se trata de los dos hijos varones de Pinazo, José e Ignacio, de los que el artista llegó a acumular un sinfín de tiernos retratos, apuntes y borrones marcadamente íntimos,
El retrato infantil constituye una de las especialidades en la producción pictórica de Ignacio Pinazo. Seguramente y como reflejo de su propia vivencia personal, valoró extraordinariamente a la familia y encontró en sus hijos, José e Ignacio, los mejores modelos. A partir de 1876, coincidiendo con su segunda estancia romana, el pintor convierte a los niños en protagonistas de algunas de sus obras
Tumbado tranquilamente en un banco de la iglesia, un monaguillo entona ensimismado las notas de una partitura, que apoya en sus rodillas. Junto a él, un vistoso ramo de flores y al fondo, tras una balaustrada, brillan en la penumbra las velas de un altar. Pintura sorprendentemente inédita para cuantos se han ocupado de la obra de Pinazo es, sin embargo, pieza importante entre los muchos cuadros de
Pinazo, que captó la esencia de la niñez en numerosas ocasiones, se muestra en esta ocasión más ambicioso. A través de la inquisitiva y profunda mirada de su hijo, logra captar la inteligencia e inquietud de un niño casi adolescente pero que aún no ha abandonado la inocencia infantil. Fue adquirido para el Museo de Arte Moderno en 1957 junto a otras obras del artista.