Fechado al día siguiente de la muerte de Araujo, este cuadro es un significativo ejemplo de la modalidad del retrato fúnebre, de enorme éxito en el siglo XIX, a partir de las corrientes poéticas del romanticismo. Se trata del homenaje realizado por Manuel Poy Dalmau a quien fuera su querido maestro, Joaquín Araujo, cadáver en el féretro, con una corona de flores y un cirio encendido. Esta obra fue