La pintura representa a una pescadora de la región del Boulonnais en el departamento de Pas-de-Calais. Estas “matelotes o verrotières” eran pescadoras, recogedoras de mariscos, que se ocupaban también del desembarco del pescado. Solían posar orgullosamente con los brazos en jarras, y así pintó María Blanchard a esta. Esta obra muestra el afianzamiento de una pintura basada en la figura tras la eta
Después de haber pintado en numerosas ocasiones a su hijo Ignacio Pinazo Martínez durante su niñez, el artista abordó esta obra cuando el muchacho contaba ya con catorce o quince años. Por entonces, tras un primer aprendizaje como pintor, practicaba ya la escultura, y solo un año después obtendría su primera crítica por la exposición de un busto en barro en el escaparate de un comercio de Valencia
Obra representativa de la plena madurez de Sorolla, es también uno de los mejores retratos femeninos que pintó. Su profundo conocimiento de la dama, esposa de uno de sus mejores amigos a quien retrataría el año siguiente, y la franqueza amistosa de su trato con ella, expresada por el artista en su dedicatoria, al par que el reconocimiento de su distinción y su cultura, le llevaron a plasmar, con l
El mismo año en que pintó a su padre, el pintor Aureliano de Beruete, y tras haber pintado también el anterior a su madre, María Teresa Moret, Sorolla realizó el retrato de Aureliano de Beruete y Moret (Madrid, 1876-1922), hijo de ambos, por el que cobró, entonces, dos mil quinientas pesetas. Recurrió en este caso a un formato distinto, de mayor modernidad, muy adecuado en su verticalidad y estrec
Los árboles tuvieron un protagonismo especial en los últimos años de la carrera de Beruete. En esta obra la silueta de los álamos se recorta sobre el cielo y el bosque del fondo. Las pinceladas cortas y empastadas de los ocres y amarillos contrastan con las de los tonos verdosos del primer término, cuya longitud subraya el curso del agua del río.
Este retrato, pintado por Sorolla a la que fuera su gran amiga y vecina María Guerrero, es seguramente el mejor y más expresivo testimonio de la verdadera obsesión que la eximia actriz mostró durante toda su vida por su propia imagen, haciéndose retratar desde su infancia por varios de los más famosos pintores de su tiempo. Esta voluntad se vio favorecida ya en el seno familiar por la amistad de s
La serie de cuadros con motivos de niños en el agua culmina con esta obra, en la que los desnudos de los muchachos se imponen en la composición en mayor medida que en otra pintura del artista. Aunque está firmada en 1910 y, por ello, esa cronología se ha seguido de modo casi unánime, el artista debió de pintar la obra durante el verano de 1909, pues la imagen aparece ya reproducida en un libro de
Retrato de Ella J. Seligmann (fallecida en 1940), una mujer aficionada a la música, amiga de la gran pianista francesa Yvonne Lefébure. Casó con Jacques Seligmann (1858-1923) tras enviudar éste de su primera esposa, Blanche Falkenberg (1866-1902). Seligmann era un conocido comerciante de antigüedades y marchante de origen alemán asentado en París, al que Sorolla había retratado en 1911 y con el qu
Sentada de lado ante un sintético paisaje, la modelo aparece retratada de medio cuerpo, girada hacia el frente, con un traje de tonos coral, peineta, mantilla de blonda blanca y adornos de tela a juego con el vestido. Cubierta con guante blanco, su mano derecha despliega un abanico con un llamativo país que representa una escena romántica entre un galán y dos damas. La pose de la protagonista, con
Regoyos estuvo en estrechísimo contacto con destacados artistas belgas, entre ellos Theo van Rysselberghe, que le retrató (P4663), y franceses, entre estos últimos Camille Pissarro, Georges Seurat y Paul Signac. Fruto de la amistad y participación en distintas exposiciones con estos artistas fue la asimilación del puntillismo, estilo apenas representado en la pintura española, con el que se relaci
El pintor catalán tuvo especial interés en recoger diferentes detalles de la vida de París, especialmente el mundo de la noche, que se reveló desde el principio de su estancia en esa ciudad como uno de sus asuntos preferidos. De ahí su interés por los interiores de los cabarets, music-halls, teatros y café-concerts. La atención recae en la tribuna, pintada con intensos naranjas, elevada sobre senc
Fondo montañoso que representa la sierra de Candelario (Salamanca) parcialmente cubierta de nieve. Este cuadro es el más estrecho y vertical de una serie de once obras que Regoyos realizó en Béjar y Candelario. La sombra del tronco y de sus ramas, proyectada sobre un murete dorado por el sol de la mañana, es un eco de esa verticalidad y supone un contraste cromático muy nítido. Como en otras obras
Aureliano de Beruete fue uno de los escasos pintores españoles que abordó el paisaje de alta montaña. Para el artista madrileño la sierra de Guadarrama fue su paisaje montañoso predilecto, pues la consideraba el corazón o la espina dorsal de España. Es posible que también viera en los Alpes, a su vez, el corazón de Europa. Por otra parte, Beruete representaba lo que veía, pero procuraba que el pun
Darío de Regoyos se trasladó a Bruselas en 1879, donde entró en contacto con un medio artístico de gran interés y modernidad. Esta obra es una de las de mayores dimensiones que pintó en su primer periodo en Bélgica. La composición, centrada en una arquitectura que ocupa casi toda su parte superior, y la irregularidad de sus líneas maestras, que se apartan a veces de la vertical como se ve en la gr
Llimona esculpió gran número de desnudos femeninos, tema en el que se sentía muy seguro y que respondía a su gusto por composiciones sobrias y serenas, de estilo refinado, llenas de valores expresivos, que fusionaban lo ideal con lo real, modelando de forma sugerente, sensible, y sobre todo, delicada. Y entre ellas, esta elegante escultura que nace del bloque de mármol es un ejemplo de sensibilida
Elegante retrato de torso, esculpido con un suave tratamiento tanto del rostro como en el vestido, y un magnífico estudio psicológico de una dama serena pero triste por su viudez, acaecida cuando Benlliure iniciaba este busto. El modelado trata elegantemente el cabello rizado y el traje de gala, sobre el que porta, a modo de joya, una corona ducal, delicada forma que tuvo el escultor de mostrar el
Faustina Peñalver (Barcelona, 1856- Cuenca, 1916), casada en 1879 con el I marqués de Amoboage, viudo desde 1871, era una gran admiradora del escultor Mariano Benlliure. Le encargó este retrato, así como varias obras para decorar el palacio que les estaba construyendo el arquitecto Joaquín Rojí en el nuevo ensanche de Madrid, en la calle de Juan Bravo, 16. Destacaron especialmente la escultura en