Artista obsesionado por la propia imagen, Pinazo realizó numerosos autorretratos, algunos de ellos con sombrero. En esas obras plasmó con veracidad naturalista y ante fondos muy sobrios su expresiva fisonomía. Aquí, la mirada del ojo situado en la mitad iluminada del rostro indica el afán en la captación precisa y directa, resuelta con una pincelada amplia y segura.
Después de haber pintado en numerosas ocasiones a su hijo Ignacio Pinazo Martínez durante su niñez, el artista abordó esta obra cuando el muchacho contaba ya con catorce o quince años. Por entonces, tras un primer aprendizaje como pintor, practicaba ya la escultura, y solo un año después obtendría su primera crítica por la exposición de un busto en barro en el escaparate de un comercio de Valencia
Este lienzo representa a una mujer joven y desnuda, sentada sobre un paño blanco, cubriéndose con otro las piernas y el regazo, con las manos cruzadas en las rodillas. El ramillete que parece verse a su lado y el moño con que se toca la modelo parecen haber inspirado a este autor tan sugerente título. Este pequeño estudio fue presentado por Pinazo, siendo ya un maestro consagrado, a la Exposición
El tema infantil ocupa un lugar significativo en la obra de Ignacio Pinazo, siendo parte fundamental de su producción los retratos pintados a partir del nacimiento de sus dos hijos José (1879) e Ignacio (1883), en los cuales se plasmará la evolución de los dos niños. En este cuadro el retratado es Ignacio, en camisa con el hombro descubierto sobre un fondo de tono oscuros que remiten a su ascenden
El gusto de Pinazo por la infancia le llevó a realizar numerosos retratos de sus hijos en los que captó la espontaneidad y la frescura propias de la niñez. En esta ocasión muestra a su modelo predilecto, su hijo Ignacio, quien después sería escultor. Este retrato de su hijo Ignacio Pinazo Martínez (Godella, 1883- Valencia, 1970) participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912 en la que
Una barca de vela izada permanece en la orilla junto a un grupo de personas. La pincelada briosa y muy empastada, observable a simple vista, delata que el cuadro se trata de un apunte rápido, tomado del natural. La importancia concedida a la luz, aventura un tipo de pintura que se anticipa al luminismo de Sorolla.
En 1899 Pinazo realizó los primeros estudios del natural para el retrato de Alfonso XIII, cadete, encargado por la capitanía de Valencia a raíz de la medalla obtenida ese año. El cuadro está firmado y fechado en 1901. El pintor aúna en esta obra el sentido escenográfico de aparato, que se refleja sobre todo en el suntuoso marco palaciego, y la imagen casi frágil del adolescente, mitigada por su pr
Desnudo de mujer es uno de los desnudos más atrevidos y eróticos que realizó el artista. La mujer aparece tendida, con las piernas hacia el espectador y los brazos detrás de la cabeza. La imagen frontal de los desnudos recostados, que tenía su más claro exponente en la obra de Goya, ha sido llevada hacia un atrevido escorzo que coloca el sexo en el primer plano de la composición; una posición carg
Tumbado tranquilamente en un banco de la iglesia, un monaguillo entona ensimismado las notas de una partitura, que apoya en sus rodillas. Junto a él, un vistoso ramo de flores y al fondo, tras una balaustrada, brillan en la penumbra las velas de un altar. Pintura sorprendentemente inédita para cuantos se han ocupado de la obra de Pinazo es, sin embargo, pieza importante entre los muchos cuadros de
Ignacio Pinazo Martínez (Valencia, 1883-Godella, Valencia, 1970). Escultor, pintor y cantante con obras en la colección del Museo del Prado.
El lienzo representa dos niños dibujando sobre un tablero apoyado en una silla, en un interior doméstico. La luz entra por los cristales de la ventana entreabierta, iluminando sus rostros sonrientes y muy atentos a su ocupación. Se trata de los dos hijos varones de Pinazo, José e Ignacio, de los que el artista llegó a acumular un sinfín de tiernos retratos, apuntes y borrones marcadamente íntimos,
Una joven de más de medio cuerpo, girada de perfil levanta en lo alto una cesta o bandeja con flores. La temática de género tan frecuente en Pinazo, se une aquí a la tradición pictórica de las ofrendas florales, comunes en la pintura moderna desde el Renacimiento. La técnica, sin embargo, con una aplicación suelta y desenvuelta del pincel responde a un concepto mucho más moderno del ejercicio pict
Entre 1881 y 1895, Ignacio Pinazo Camarlench realiza una serie de retratos infantiles de sus propios hijos y de otros niños. En esta ocasión retrata a su hijo Ignacito medio desnudo, con el cabello largo que lo convierte en ser asexuado, trasladando una imagen de la delicadeza y la fragilidad infantiles, con detalles tan exquisistos como los gestos de sus manos. En esta pintura, Pinazo muestra com
Como tercer y último envío de la pensión que disfrutaba en Roma concedida por la Diputación de Valencia, Ignacio Pinazo pintó un pasaje de la historia de España estrechamente vinculado a su tierra valenciana que ya había plasmado en otro lienzo de menos tamaño conservado en dicha institución, los últimos instantes de vida del rey don Jaime I el Conquistador en el momento de su abdicación en su hij
El retrato infantil constituye una de las especialidades en la producción pictórica de Ignacio Pinazo. Seguramente y como reflejo de su propia vivencia personal, valoró extraordinariamente a la familia y encontró en sus hijos, José e Ignacio, los mejores modelos. A partir de 1876, coincidiendo con su segunda estancia romana, el pintor convierte a los niños en protagonistas de algunas de sus obras
Entre la numerosa representación de la obra de Ignacio Pinazo que posee el Museo del Prado, esta es quizá la pintura que mejor testimonia el grado de modernidad alcanzado por el artista en su plena madurez, verdaderamente singular en el panorama de la pintura española de su tiempo. Resuelta con un lenguaje plástico rayano en la abstracción, el abundante uso de la espátula sobre manchas de color qu
Retrato de una mujer desnuda, sentada en un sillón con una pierna doblada y uno de los brazos echado hacia atrás. Presenta una imagen sensual, aunque con cierta complacencia, busca en el gesto de la joven con la mano en la boca una sugerencia de ingenuidad. La manera de densificar la materia en el cuerpo lo aproxima al espíritu de Renoir. La postura y la disposición de parte de los ropajes de esta