Podemos hablar de una pequeña serie de escenas mitológicas e historia antigua dentro de la gran serie dedicada a la Historia de Roma, a la que pertenecería este lienzo junto con otras obras como La caza de Meleagro (P2320). Es, sin duda, el conjunto más misterioso de todos los que componen el ciclo de Roma, hasta el punto de que el asunto tratado en alguna de las pinturas permanece todavía hoy osc
La composición, en origen inscrita en un óvalo que aún puede apreciarse, está ocupada casi en su totalidad por la figura del santo, quien sostiene entre sus brazos al Niño Jesús y una rama de azucenas, símbolo de su pureza. La iconografía que presenta el lienzo deriva de la aparición con que le otorgó la Virgen en su propia celda, para entregarle al Niño Dios, según relata el Liber Miraculorum, y
Se trata de una pintura procedente de colecciones históricas españolas y que hasta ahora se consideraba perdida. Efectivamente, formó parte de la galería de los Marqueses de Villafranca, donde la vio Antonio Ponz en el último cuarto del siglo XVIII. Posteriormente aparece en la colección de José de Madrazo, con las mismas medidas que ahora mantiene y con una descripción que no deja lugar a dudas:
Representación en el primer término de la composición de una mesa, parcialmente cubierta por un mantel de hilo blanco; sobre ella se disponen utensilios y alimentos; el mayor protagonismo lo recibe el frutero de porcelana azul y blanca (¿quizá de Delft, imitando modelos orientales?) situado a la derecha de la composición, cargado de frutas de otoño, como las uvas, la granada, junto a otras propias
En la obra se representa un fanal de vidrio incoloro, de forma ligeramente acampanada y con un botón de sujeción en su parte superior, que cubre y protege un reloj de sobremesa. A su derecha encontramos un espejo vítreo cuadrangular, de pared, con marco negro, quizás ebonizado. En él se refleja la parte trasera del reloj dentro del fanal de vidrio, contribuyendo así a dar más luminosidad al cuadro
Un viejo limpia la lendrera; otro hombre, en ademán de matar un parásito. El paciente tiene casi oculto el rostro por el pelo. Obra de madurez.(Catálogo de las pinturas, Museo del Prado, 1985, p. 88).
Representa a San Juan Crisóstomo, un personaje del siglo IV, en un episodio apócrifo que se difundió en el siglo XVI, según el cual el futuro santo se retiró a vivir como un salvaje en penitencia por haber violado a una princesa. El personaje principal tiene precedentes en obras de Durero y Martín de Vos, aunque los pastores son muy típicos de Orrente, quien a su vez los tomó de los Basanno. El sa
La obra ha figurado como atribuido a Gerard van Honthorst, pero T. Posada Kubissa lo considera caravaggista francés (Posada, T. Pintura holandesa en el Museo del Prado, 2009, p. 268). El personaje a la izquierda del cuadro toca un laúd que no está representado con mucho detalle, mientras que la posición de la mano izquierda del instrumentista, tocando un acorde, parece bastante verosímil.
Escena de batalla que se desarrolla en un campo del que apenas se aprecia ningún elemento espacial, salvo los escuálidos arboles que cierran la composición por el lado izquierdo, al estar cubierto por una nube de humo o polvo, producida por la conflagración., lo que sirve al artista para retener la visión en el primer término de la composición, creando unas forzadas líneas de fuga hacia la izquier
Herodes y Herodías, situados a la derecha de la composición, están sentados a una mesa concebida en escorzo por el pintor. Ambos contemplan, en el caso del rey con estupor, cómo Salomé les presenta en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista, obtenida como recompensa a su danza (Marcos, 6 21-29). El último término está ocupado por arquitecturas iluminadas con habilidad, de indudables reminiscenci
Un ciego toca un laúd de tamaño mediano y caja armónica semiesférica, sentado en el centro de la composición; detrás de él un jinete aparece bebiendo; grupos diversos de figuras en los laterales. A la derecha un fondo de montes.
Esta pintura forma parte de una serie de floreros, pintados como sobreventanas para el Palacio del Buen Retiro. Junto con las obras conservadas en el Prado (P250, P251 y P255), y algunos más perdidos, constituían la serie y decoraban un salón del cuarto bajo del palacio (Texto extractado de Pérez Sánchez, A. E.: Pintura italiana del s. XVII en España, 1965, p. 314).