Cubierta con una mantilla blanca de blonda y apoyada dulcemente sobre el respaldo de un sofá, la modelo Aline Masson posa entrecruzando sus manos sobre las que reposa su rostro risueño y candoroso. Bajo el encaje floreado, se transparenta un mantón de Manila rojo, decorado con flores blancas que contrasta con los azules y pardos de la tapicería del asiento. Como aderezos, una sortija de coral en s
Sobre un fondo de vegetación, en el que apenas y confusamente se distingue el enramado frondoso de algún parterre de boj, se destaca la figura de medio cuerpo de la modelo Aline. El primoroso perfilado de su rostro contrasta con el carácter abocetado de su indumentaria, con la que logra transmitir diferentes sensaciones táctiles de excepcional verismo. Las facciones tan personales de su atractiva
Esta pintura muestra la búsqueda del artista por la conjunción de una sensualidad fresca, una ingenuidad casi infantil y un punto de picardía, mostrando un arquetipo demi-mondaine atractivo para cierto público del momento, en el que sobresalía la clientela norteamericana. En esto Madrazo se inscribía en un amplio grupo de artistas, algunos dedicados a mostrar con un cierto naturalismo los aspectos
Tras afianzarse en París como retratista de la alta sociedad elegante y cosmopolita de su tiempo, Raimundo de Madrazo tendría especial éxito con sus retratos femeninos, conquistando primero una nutrida clientela entre las grandes damas que residían en la capital francesa, que ampliaría tras su primera estancia en América con las principales familias de Nueva York. Todavía en la década de los seten
Obra maestra del artista, representa la plenitud de su estilo en el desempeño del retrato mundano, según una personalidad propia que trasciende el concurso de diferentes y variadas influencias. Realizado un año después de la obtención de una primera medalla en la Exposición Universal de París de 1878, revela la seguridad de la madurez. Se trata, además, de un retrato de un amigo íntimo, que era a
En septiembre de 1867, Raimundo de Madrazo deja París momentáneamente para acudir en Madrid a la boda de su hermana Cecilia con Mariano Fortuny. Una vez en España, prolongaría su estancia durante un año, aprovechando la primavera de 1868 para viajar a Andalucía. En Sevilla se dedicó a realizar algunos paisajes de pequeño formato, que se podrían calificar de caprichos de autor, entre los que se hal
En septiembre de 1867, Raimundo de Madrazo deja París momentáneamente para acudir en Madrid a la boda de su hermana Cecilia con Mariano Fortuny. Una vez en España, prolongaría su estancia durante un año, aprovechando la primavera de 1868 para viajar a Andalucía. En Sevilla se dedicó a realizar algunos paisajes de pequeño formato, que se podrían calificar de caprichos de autor, entre los que se hal
La obra es un testimonio excepcional de la concurrencia de la pintura de Fortuny con la de su amigo íntimo Raimundo de Madrazo, que completó una tabla inacabada de su amigo una vez fallecido éste, con plena concordancia de estilo y mostrando sin embargo una individualidad propia. Fortuny, instalado en Granada desde el inicio del verano de 1870, pasó allí la mejor época de su vida hasta que en 1872
La escena se desarrolla en torno a la arquitectura de lo que fue un cenador en la Huerta de la Alcoba, uno de los edificios más característicos ubicados en los jardines del Alcázar sevillano. A la izquierda, un personaje ataviado a la moda dieciochesca, con capa y bicornio, descansa sentado sobre el murete de azulejería que circunda el edificio, mientras entabla conversación con un hombre de es
La obra es, como indica la inscripción, un estudio del natural para un retrato de gran tamaño que, encargado en 1887 por el Ministerio de Estado, cuyo titular era Segismundo Moret, para que sirviera de modelo a los retratos oficiales de la reina, se conserva en la Embajada de España en París. En éste del Prado, la forma ovalada de la cabeza se resalta con armonía por el peinado, recogido. Los ojos
Sobre un fondo cerúleo, de ejecución rápida y desenvuelta, destaca la figura de una gitana de medio cuerpo. Como corresponde al estereotipo racial femenino, es de rostro ovalado, labios carnosos, cabello negro ensortijado y grandes ojos negros. Cubre su talle un mantón rojo, floreado, y una mantilla negra que deja caer sobre sus brazos. Como aderezo, unos claveles en su pelo, zarcillos colgantes y