Federico de Madrazo gustó retratar a sus amigos pintores; incluso a aquellos jóvenes artistas de las nuevas generaciones por quienes Madrazo, ya maestro consagrado, sintió sincera admiración. Aunque esta afición la demostró a lo largo de toda su carrera, se hace especialmente frecuente a partir de la década de los sesenta y concretamente desde 1867, en que retrata al gran paisajista Carlos de Haes
El muchacho está retratado en pie, de cuerpo entero, y parece representar unos diez años. De abundante cabellera rubia y ojos claros, la blancura de su piel acusa el rubor encendido de sus mejillas. Posa en gallarda actitud militar, un punto arrogante, luciendo su vistoso uniforme de gala de escolapio de color azul-negro, perteneciente al Colegio de Alumnos Nobles de Madrid. Así, viste casaca con