Fortuny mostró gran preocupación en su obra por los pequeños detalles, como se aprecia en este óleo, en el que estudia los movimientos fugaces de las aves y en particular de las gallinas. Así, introdujo estos animales como parte de la ambientación en varias de sus mejores composiciones -entre ellas Herrador marroquí, Almuerzo en la Alhambra o Un patio, Granada-, para dar una textura más rica, por
El título Souvenir du Maroc con el que esta obra figuró en la Exposición Universal de París de 1878 evidencia su origen: el viaje que Fortuny hizo a Marruecos en octubre de 1871 con los pintores Bernardo Ferrándiz y José Tapiró. Esa estancia, aunque corta, fue muy sugestiva para el artista.En Marruecos hizo algunos dibujos que, junto con el vívido recuerdo de la escena, le sirvieron para la realiz
Dentro de la rica y sugerente iconografía taurina, Fortuny mostró gran interés por la suerte de varas, en especial por el momento de la embestida del toro contra el caballo, así como por la figura del picador, que estudió no solo en los diferentes momentos de la lidia, sino también de manera individual. En algunas de esas obras, el picador presenta una postura similar a la de este cuadro -justo en
Fortuny presenció la batalla que se libró en el valle de Wad-Ras el 23 de marzo de 1860, una de las pocas que pudo vivir en primera persona. Las de Castillejos y Tetuán tuvieron lugar antes de su llegada al continente africano, así que solo pudo contemplar la de Samsa, que ocurrió el 11 de marzo, y esta a cuyo término se firmó una tregua previa al armisticio que puso fin al enfrentamiento bélico e
Los paisajes que Fortuny pintó en 1874 durante su estancia en Portici, al sur de Nápoles, no siempre estuvieron protagonizados por el mar. Diríase que el tratamiento del agua le imponía cierto respeto, y parece ser que hasta agosto no se atrevió a pintar lo que puede considerarse una marina. No obstante, y aunque no sea el principal foco de atracción, el mar está presente en varios paisajes, y la
Este lienzo ocupaba el techo del Salon Rouge del palacete de los duques de Riánsares en París. La decoración de este espacio, destinado a recibir visitas, exaltaba la regencia de María Cristina y la legitimidad de su hija Isabel II, contra la que lucharon los defensores de Carlos María Isidro de Borbón, aspirante al trono. La obra muestra las escaramuzas entre tropas cristinas y carlistas en septi
La obra es un testimonio excepcional de la concurrencia de la pintura de Fortuny con la de su amigo íntimo Raimundo de Madrazo, que completó una tabla inacabada de su amigo una vez fallecido éste, con plena concordancia de estilo y mostrando sin embargo una individualidad propia. Fortuny, instalado en Granada desde el inicio del verano de 1870, pasó allí la mejor época de su vida hasta que en 1872
Fortuny realizó numerosas composiciones en las que aparece una figura de pie dispuesta frontalmente ante un muro. Con frecuencia se trataba de tipos romanos o moros, que culminarían con la obra Árabe apoyado en un tapiz, y aunque en esta se muestra un interior rico con elementos de su propia colección, hasta entonces el artista había preferido siempre simples muros, cuyas grietas, desconchados y d
De color azul cobalto decía Ricardo de Madrazo que era el mar Tirreno cuando lo descubrió en 1874, durante el viaje que emprendió junto con su cuñado Mariano Fortuny al golfo de Nápoles para buscar una residencia en la que pasar el verano en familia, lejos del clima insalubre de Roma. La encontraron en Portici, un pueblo costero situado en la ladera sur del Vesubio donde, además del solaz familiar
El objeto representado en este dibujo, que en algún momento debió de atraer el interés de Fortuny, ha de valorarse en el contexto de su faceta coleccionista. Aunque no aparezca en la testamentaría ni en las dos ventas que se realizaron inmediatamente después de su muerte, no se puede descartar que formara parte de su colección o que lo comprara para alguno de sus amigos coleccionistas. Como se obs
Las acuarelas de la época de Portici reflejan la parte más sensible y delicada de la obra artística de Fortuny y quizá también de su trabajo más apacible y placentero ya que eran producciones especialmente sentidas y libres, creadas al margen de las imposiciones marcadas por el comercio. Durante su estancia en la costa de Nápoles, Fortuny pintó sobre todo paisajes. Era lógico, ya que el escenario