Una de las prácticas que mejor transmiten el fuerte impulso creativo de Rubens es su costumbre de intervenir en pinturas realizadas anteriormente, tanto suyas como de otros artistas. En esta obra modificó un paisaje que el especialista Paul Bril (1554-1626) había realizado en Roma en 1610 y que incluía una representación de San Jerónimo, convirtiéndolo en el escenario de una composición mitológica