Es este un ejemplo muy significativo de la habilidad de Camilo en la representación de asuntos narrativos no demasiado usuales. Lo representado es uno de los episodios de la historia de la profanación y los ultrajes inferidos a un crucifijo por una familia de hebreos de origen portugués, en Madrid, en 1630. El episodio, explotado por la facción política, enemiga del Conde Duque, al que se acusaba