Este lienzo forma parte de un conjunto integrado por seis pinturas apaisadas: Susana y los viejos (P386), Esther ante Asuero (P388), Judith y Holofernes (P389), La reina de Saba ante Salomón (P394), José y la mujer de Putifar (P395) y Moisés salvado de las aguas (P396), con un mismo esquema cromático, una acentuación general del dibujo en superficie y un ritmo de formas curvas que enlaza un cuadro
Cristo muerto es bajado de la Cruz por José de Arimatea y Nicodemo. En el suelo, María Magdalena tiende los brazos hacia él mientras la Virgen llora desconsolada. Los personajes habituales se ven completados por la presencia de un soldado con armadura renacentista y dos niños, uno de ellos con un pañuelo atado en la cabeza, detalles realistas que dan un especial carácter a la escena de Machuca. Es
La Virgen, que sostiene en su regazo el cuerpo muerto de Cristo, conduce implorante la mirada al cielo. San Juan, de rojo, José de Arimatea y Nicodemo, reflexionan sobre el acontecimiento del que son protagonistas. En la parte baja, la Magdalena retira las espinas de la cabeza de Cristo y María Salomé besa su mano. Es obra de madurez de Jordaens, en la que se aprecia la pincelada larga y acuosa de
La escena describe, con claro sabor costumbrista, un pasaje extraído del Quijote de Miguel de Cervantes (1547-1616). En ella, el protagonista, con armadura, espera de rodillas el momento de ser investido caballero; a su alrededor reina un ambiente popular y gracioso, alejado de la brillantez protocolaria que tal anécdota debía implicar.
La obra refleja una advocación muy singular de la Virgen María que se popularizó en Andalucía en el siglo XVIII. La madre de Jesús aparece sentada en una roca y rodeada de ovejas. Lleva una rosa en la mano izquierda y acaricia a una de las ovejas, que lleva otra rosa en la boca. En la parte superior se observan ángeles entre nubes; al fondo, el arcángel san Miguel baja a liberar con su espada a un
Alrededor de la Virgen y el Niño se disponen varias figuras de Virtudes y de santos, formando una "sacra conversación" multitudinaria. Se reconocen fácilmente a San Juanito, Santa Isabel de Hungría, San Pablo, San Pedro, San Francisco y San Antonio de Padua, que se cuentan entre los santos más populares de la España barroca.
Obra bella por su apariencia y enigmática por sus problemas de atribución, ha oscilado su autoría entre diversos artistas, siempre dentro del ámbito estético de Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio y, aun cuando actualmente haya encontrado su adscripción definitiva a la producción de Serodine, hay críticos que todavía piensan que sea una creación de aquél. La historia del lienzo puede
El tríptico fue realizado para la iglesia bruselense de Santa Gúdula y después, según Carel van Mander (1604), se vendió "muy caro a España". Felipe II lo donó al Escorial en 1586. Como buen romanista, Coxcie permanece fiel a lo aprendido en Italia: la vieja que lee en El Nacimiento copia la Sibila Pérsica de la bóveda de la Sixtina de Miguel Ángel. Sin embargo, no abandona la tradición flamenca,
Cuando estaban enterrando al señor de Orgaz (m. 1323), en la iglesia de Santo Tomé de Toledo, se aparecieron san Agustín y san Esteban quienes, sosteniéndolo el primero por la cabeza y el segundo por los pies, lo depositaron en el sepulcro. Muy distinto al famoso cuadro del Greco, su formato apaisado permite a Meléndez plantear un gran espectáculo al modo teatral, visible al descorrer los cortinaj
El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pintur
Se trata de una de las escenas de la predela de un retablo dedicado a la vida de san Antonio Abad, monje fundador del movimiento eremítico. Esta tabla se ha tenido siempre como obra de la escuela o círculo de Fra Angelico, pero tras su estudio y restauración en el Museo del Prado, puede afirmarse que fue pintada por el propio Angelico. Así lo sugieren sus notorias concomitancias técnicas, formales
Livio Mehus es un artista desconocido en España que sin embargo, desde los años sesenta del siglo XX, ha llamado poderosamente la atención de los especialistas en ese periodo, en parte por su evidente capacidad técnica y en parte, también, por el tratamiento otorgado a los temas que aborda, que lo aproximan a pintores de fuerte personalidad como Salvatore Rosa, Pier Francesco Mola y Pietro Testa.
El tondo presenta a San Francisco Javier vestido de sotana, sobrepelliz y estola, bautizando a gentes de distintas razas que se disponen arrodilladas a recibir el sacramento. Los personajes representados recuerdan arquetipos indios y orientales, que recibieron el bautismo de sus manos en sus largos viajes por mar. Junto a ellos, aparece arrodillada una alegoría de la Fe portando una cruz patriarca
Según el libro del Génesis (1: 4, 3-12), los hijos de Adán, brindaron sendas ofrendas a Dios, siendo la de Abel del agrado del Señor y no así la de Caín. Celoso de su hermano, Caín mató a Abel, sufriendo la ira de Dios y el destierro. La tradición establece además que Abel fue golpeado hasta la muerte con una quijada. Michel Coxcie eligió el momento inmediatamente posterior al crimen. Abel yace de
Tanto las medidas como la composición y procedencia de esta tabla la ponen en estrecha relación con el San Onofre adquirido por el Museo en 2006 (P7947). Ambas tablas debieron proceder de un retablo o estructura más compleja, manipulada probablemente en el siglo XIX tras ser desmembrada del conjunto original.Es posible que las dos tablas estuvieran incluso unidas, formando una pareja afrontada, al
Este es un cuadro de colorido muy suave, en el que predomina el tono azul del manto de la Virgen, inspirandose en Alonso Cano, así como el carmín rosado de su vestido, junto con el colorido verdoso y amarillento de su prima Isabel. La frialdad de su entonación y la larga, suelta y transparente pincelada traducen una sensación de frialdad que contrasta con la contenida emoción del abrazo en el que