Egusquiza quedó impresionado por la presencia física de Wagner desde su primer encuentro, que recordaría con toda precisión: Era el maestro algo menos que de mediana estatura; su hermosa cabeza, que llevaba siempre erguida, como en actitud de hombre que participa de éxtasis, imponía respeto y admiración profunda; el fino y abundante cabello plateado cubría con mechones independientes la hermosa fr