Después de Salas vino don José Manuel Pita Andrade, que era muy interesante como persona. Era muy académico, en el sentido de profesor de universidad, aunque tenía gran admiración por el Prado, había estado aquí de joven. Y Pita Andrade me caía muy bien. Recuerdo un viaje con él en avión hasta Japón, en el que empezó a hablarme de cosas completamente inauditas para un director de museo, ya que esperas que te aburra con los cuadros. Pues no, me habló de cómo se manejaban los aviones en el mundo de los aeropuertos, sobre cuánto tiempo podía estar un avión en el suelo; es decir, cosas que realmente yo nunca había pensado, y desde entonces las pienso. Además era una persona tremendamente honrada, con unas ideas afianzadas, anteriores a la guerra, de época republicana. Eso también era una enseñanza y algo muy bueno para el Museo. Él ponía de su bolsillo los sellos en las cartas que enviaba, porque no había dinero. Eso también te enseña que no hay que pedir cosas al Museo, sino dárselas. Es así de fácil.
Llega al Museo del Prado con una beca de la Fundación Juan March. En 1981 obtiene la plaza de Conservador de Dibujos y Estampas del Museo del Prado. Después es nombrada Subdirectora de Conservación e Investigación (cargo que desempeña entre 1981 a 1996) y vocal del Real Patronato (de 1991 a 1996). Hasta 2018 ha sido jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018