La llegada de la democracia fue realmente un momento de cambio y de un dinamismo brutal en toda España. Era el momento, había un entusiasmo que no ha vuelto a existir después. No lo hay ahora, ni lo hubo después. Ese entusiasmo, esa juventud. Yo con 29 o 30 años ya estaba trabajando en el Museo del Prado, y con 31 era subdirectora general del Museo. Los que teniamos esa edad en esos años sabíamos que había una responsabilidad muy grande sobre nuestros hombros: nos tocaba cambiar el país, no solo el Museo sino todo el país. Y el Prado estaba cambiando gracias a personas como Xavier de Salas, que llevaba tiempo pero sabía lo que había que hacer y lo apoyaba; o Pita Andrade y Pérez Sánchez luego. Cuando entré en el Prado había como un cojín de personas de una validez enorme, con preparación y conocimiento, y con unas relaciones internacionales tremendas. Todos ellos eran respetadísimos fuera de España. Era suficiente, aunque no hubiera dinero para sellos —que no lo había—. Pero eso era algo importante y fundamental, y lo sigue siendo en una institución como esta.
Llega al Museo del Prado con una beca de la Fundación Juan March. En 1981 obtiene la plaza de Conservador de Dibujos y Estampas del Museo del Prado. Después es nombrada Subdirectora de Conservación e Investigación (cargo que desempeña entre 1981 a 1996) y vocal del Real Patronato (de 1991 a 1996). Hasta 2018 ha sido jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018