A los dos años de estar en el Prado se produjo una especie de crisis tremenda donde dimitió el director, Pita Andrade, por la llegada del Guernica, otros asuntos relacionados con esto, y la actuación del Ministerio, según él. Yo no juzgo nada. Le sustituyó como director del Museo don Federico Sopeña, que era un sacerdote del mundo de la cultura, y sobre todo era músico y musicólogo. No tenía nada que ver con el mundo del museo ni de la historia del arte, pero sí tenía que ver con el mundo de la cultura y con una cierta gestión a la manera de entonces.
Me llamaron del Ministerio para decirme que querían que yo fuera la subdirectora del Museo. De repente me enfrenté al Prado real, ese Prado que tenía que cambiar, que de hecho ya estaba cambiando pero que un golpe seco lo había detenido. Me pareció que mi actuación tenía que ser darle un impulso, con mi experiencia anterior fuera de España, en Italia y sobre todo en Estados Unidos, donde había estado bien metida en un museo grande, como el Museum of Fine Arts de Boston y en el Fogg Museum, donde vi cómo se hacían las cosas. Allí por ejemplo los teléfonos y los ascensores eran muy rápidos, cosa que aquí era todo lento.
Hubo un año y medio en el que estuve digamos que sola en el Prado. Pero tuve el apoyo total de Federico Sopeña, que además tenía todas las clavijas del poder en su mano, que era muy importante en el Museo. Además esas clavijas del poder le respetaban, porque no siempre esas clavijas respetan al Prado, muchas veces es lo contrario. Pues con Sopeña sí existía ese respeto, y fue muy importante para cambiar el Museo. Cuando al poco tiempo, año y medio, hubo un cambio político, llegó el Partido Socialista y lo cambió todo. Por supuesto quitaron a Sopeña de la dirección y nombraron a Pérez Sánchez, que era lo que todos deseábamos desde siempre. Pero fue así de brusco. Y Pérez Sánchez no reconocía el Museo del Prado, le tuve que llevar yo por las salas, pues era todo completamente nuevo. Había más personal; en restauración había personal nuevo perfectamente preparado. Se habían abierto nuevas salas. Habíamos conseguido cambios absolutamente drásticos. Fue un trabajo muy duro que después continuó siendo igual, pues seguíamos siendo muy pocos en el Museo del Prado y había que hacer de todo.
Llega al Museo del Prado con una beca de la Fundación Juan March. En 1981 obtiene la plaza de Conservador de Dibujos y Estampas del Museo del Prado. Después es nombrada Subdirectora de Conservación e Investigación (cargo que desempeña entre 1981 a 1996) y vocal del Real Patronato (de 1991 a 1996). Hasta 2018 ha sido jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018