La obra del Prado te pone el listón muy alto, porque tu obra puede ser actual pero, para que sea buena, tiene que tener el nivel de aquella. La obra del Prado es la flor y nata en pintura. Eso te da un rigor, una exigencia que a lo mejor no tendrías si no estuvieras en el Prado. Aquí te impregnas y las vibraciones llegan a todo el mundo. Yo lo he observado en compañeras que no tenían estudios de Bellas Artes o de pintura, pero que tenían un gusto muy afinado y sabían valorar. A lo mejor no tienes un conocimiento de música, pero afinas el gusto de tanto oírla. Pues igual con la pintura, tanto ver te va dando un criterio, y eso te ayuda a exigirte y a decir que no todo vale.
No todas las obras tienen el mismo nivel. Nadie es un artista perfecto, somos humanos y tenemos altibajos. No todo es una maravilla en el arte; o sea, hay cosas mejores y cosas peores. Y valorar eso no es fácil. “¡Picasso es el genio!”, pues no… Picasso tiene también morralla. Y de Dalí no digamos… Tiene cuadros buenísimos, pero hay otras cosas que no son buenas y que habría roto. Es eso del mito… Pero el tiempo criba y eso está bien. Están las modas, pero cuando el tiempo y las modas pasan, se ve lo bueno. El arte se valora porque es un momento único e irrepetible; es lo que queda, no lo anecdótico. Y lo que sea arte se va a valorar siempre, ahora y después. Hay obras que piensas que qué bonitas son, pero pasa el tiempo y dices: “¡Uff!”. Hay quien en el momento lo ve y dice que eso no vale. Pero normalmente es el tiempo quien lo dice; quien deja las cosas en su sitio.
Por ejemplo, Los fusilamientos de Goya es un cuadro tan potente que aunque hagas muchas interpretaciones de él, siempre va a ser bueno. A mis alumnos les he mandado una interpretación de este cuadro y todos sus análisis han sido preciosos, todos diferentes y todos preciosos. ¿Por qué? Porque tiene una estructura tan fuerte que no se te olvida; es una imagen que no se te borrará nunca y, entonces, tiene su valor. Los cuadros del Greco tampoco se te olvidan. Su obra es tan personal que se te queda grabada. O Saturno devorando a su hijo tiene una fuerza que no se me ha olvidado desde que vine con bachillerato y, en cambio, hay otros cuadros que se te pueden borrar. También está Doña Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo de Pradilla, que es un cuadro potentísimo. Fíjate en los dos cuadros de Goya, Los fusilamientos y La lucha con los Mamelucos; pues reproduce tú mentalmente este segundo… Es más difícil. En cambio, el primero tiene un esquema tan fuerte que lo puedes reproducir. Y ambos son del mismo pintor, pero el acierto de Los fusilamientos es tan bueno…
Trabaja como vigilante de sala del Museo del Prado desde 1990 hasta 2013. Temporalmente trabaja también como informadora y taquillera.
Entrevista realizada el 23 de abril de 2018