En las salas había también compañeros con los que yo me tronchaba de risa. Había uno que tenía una banderita y decía que hablaba francés. En el Museo daban una bandera al que hablaba algún idioma y ganaban 30 duros más al mes. Éste no hablaba francés. Y si alguien preguntaba, estando yo en el ascensor con él: “s´il vous plait… le toillet?”, él le decía: “Oui, oui, pasillé, le finé, a la izquierdé, escaleré, bajaré”. Yo le decía “la verdad que hablas un francés que lo entiende cualquiera”. Él decía “lo que está claro es que llegan al baño” y claro que llegaban, pero porque los acompañaba él y no les quedaba otra opción que darle propina. Y le daban la propina, claro. Parecía una película de Tony Leblanc. Ha habido cada elemento. Tony Leblanc estuvo trabajando aquí de ascensorista también, según me dijo él mismo. Porque rodó una película aquí y yo le subí por el ascensor de Velázquez todo el material y tal. Y entonces me dijo “de chaval yo trabajé de ascensorista aquí, yo se mover esto”. Digo “muy bien”. Luego me dijo “te voy a dar una buena propina; cuando baje te doy una propinilla”. Todavía se la estoy esperando, pero vamos, ya ha fallecido. Él decía que nació aquí. Vivían los padres, o sea, que vivió aquí desde luego. Don Ignacio se llamaba el padre y le decían "el bigotes" porque tenía un bigotazo de tres pares de narices. Y a ese sí le he visto yo, pero después, cuando ya estaba jubilado. Se sentaba en el banco que había en la rotonda, en la sala I y allí charlaba con el conserje de sus chirigotas.
Entra a trabajar en el Museo como ascensorista, pasando después a vigilante y finalmente, desde 1997, trabaja como carpintero del Museo, que es su verdadera profesión.
Entrevista realizada el 19 de diciembre de 2017