Estaba el director, el subdirector y otro más que también era subdirector pero de obras. Había tres despachos. Cuando nos llamaba el director sonaba un timbre solo, y sabías que tenías que pasar. Con el subdirector sonaban dos timbres. Y para el señor [Manuel Jorge] Aragoneses sonaban tres timbres. Cuando llamaba el señor Aragoneses las chicas se reían, porque sonaba todo seguido. Era campechano pero un poco nervioso cuando te llamaba. También había conservadores como Rocío Arnaéz, Matías Díaz Padrón y no sé quién más… Después Manuela Mena también empezó a venir al Museo pero como estudiante, no sé cuántos años tendría, era sobre el año 1978, y se llamaba Manolita. Pasaba de un lado a otro muy deprisa, con su cuaderno de notas. Le decíamos “Manolita”. Después ya le llamábamos Manuela y al final doña Manuela. Tres nombres ha tenido ella. Al menos para mí.
Trabaja durante tres décadas como vigilante de sala dentro del Cuerpo Especial de Subalternos del Museo Nacional del Prado, y también como ordenanza de dirección.
Entrevista realizada el 04 de diciembre de 2017