Creo que la llegada del americano John Brealey, que en España nos gusta mucho y que era un señor encantador, hizo mucho por el taller. Vino a restaurar Las meninas y en ese momento con Brealey vinieron todos los intelectuales del momento. Venían muchos artistas, como Andrés Segovia; o sea, gente muy conocida. Cuando se fue John Brealey, hubo gente que seguía viniendo. Por ejemplo, guardo muchos recuerdos de Buero Vallejo por la mirada con la que se fijaba en las obras. Se notaba que le interesaba la obra y lo que le estabas contando sobre ella. También Antonio López vino años más tarde, cuando yo estaba restaurando Mercurio y Argos de Velázquez, y también Las tres Gracias de Rubens. Me gustaron sus comentarios y me ayudó mucho. Me explicó cómo daba Rubens las pinceladas con el dedo para tornear las carnaciones, y me resultó muy útil. Que un pintor hable contigo te ayuda mucho, porque como él lo hace también, sabe cómo se ejecutan las cosas y a ti te abre los ojos. Y dices: “¡Ah, pues mira! Es verdad”.
Se incorpora al Museo del Prado en un momento de reorganización del taller de Restauración, llegando a ser jefa del mismo de 2003 a 2007.
Entrevista realizada el 12 de diciembre de 2017