La que estaba era Mercedes Royo-Villanova, una persona encantadora. Además, ha sido una persona muy generosa con el Museo del Prado. Fue la que verdaderamente empezó a trabajar con los depósitos del Museo, gracias a su marido con el que viajaba mucho. Ella aprovechaba para hacer fotografías de los cuadros que estaban depositados fuera, y pagaba esas fotografías. Después empezó el equipo de depósitos con Mercedes Orihuela en primer lugar. Lo que hacíamos era publicar las averiguaciones en el Boletín del Museo, que tenía un apartado sobre los depósitos. Se publicaban con fotos de calidad variable, unas veces mejor y otras peor, dependiendo de dónde estuviera ubicado el cuadro, pues lo mismo estaba en un lugar alto y no era fácil sacar la fotografía. Se publicaban por sedes, sacando todos los cuadros que tuvieran depositados.
La revisión de los depósitos consistía en hacer un inventario de todas las sedes que tuvieran cuadros del Museo, tirando de ficheros, de inventarios y de la documentación que había, para de ese modo saber exactamente qué había. Porque tú les preguntabas cuántos cuadros tenían y no te lo decían. Por eso tenías que sacar toda la información que constaba en los documentos e inventarios: “Depositado en tal fecha”. De ese modo podías tirar del hilo para saber cuántos cuadros había en cualquier sitio oficial, incluso en las embajadas a través del Ministerio de Asuntos Exteriores. Entonces hacíamos fichas para saber qué podía haber el día que fuéramos a visitar cada institución, porque salió una ley gracias a la cual el Estado nos puso un fiscal. Por lo tanto, íbamos a los sitios con un policía que certificaba lo que decíamos, él era el que lo completaba, por decirlo así. Le daba el visto porque tampoco íbamos a llevarnos cuadros que no fueran nuestros. Entonces empezamos visitando todas las sedes de Madrid. Después llegabas al Museo y lo hacías como era debido, porque tenías que indicar el estado de conservación que tenían las obras. Si los cuadros no estaban bien cuidados, tenías la posibilidad de reclamar el depósito, levantarlo y traerlo al Museo. Tenías que saber qué cuadros había depositados, porque la mayoría de las veces no se sabía. Incluso en ocasiones el Museo hacía una exposición y no contaba con cuadros que eran suyos.
En depósitos trabajaban Mercedes Orihuela y una chica que después se fue al Museo de Bellas Artes de Valencia, que se llamaba Adela Espinós. Ellas llegaron antes que yo. Después también estuvimos Mercedes Royo-Villanova y yo. Primero empezamos por las sedes de Madrid donde había depositados cuadros del Museo del Prado: ministerios, organismos oficiales, etcétera. Después ellos continuaron con esa labor y aún se sigue haciendo, pero nosotros empezamos por los alrededores de Madrid. Recuerdo haber ido a Segovia, Ávila y no sé dónde más; tenían que ser sitios no muy lejanos, porque no teníamos dinero ni para pagar la gasolina. Estaría unos tres o cuatro años aproximadamente. Después ellas han continuado viajando por todas las provincias e incluso alguna vez al extranjero, porque hay cuadros en las embajadas.
Una vez estuve revisando los archivos del siglo XIX y había una serie de cuadros perdidos que no se sabía dónde habían ido a parar. Eso solía pasar porque había depósitos muy antiguos, con una Guerra Civil, o por ejemplo los de Lisboa. No sabías dónde estaban, entonces les seguíamos la pista. Recuerdo uno que en las fichas se daba por perdido; y resulta que fui un verano a Grecia a visitar al que acabó siendo mi marido, me llevó a la residencia del embajador y vi un cuadro del Museo que reconocí y dijeron: “¿Cómo sabes que es del Prado?”. Y contesté: “Porque es uno de los cuadros perdidos y sin localizar, por eso me acuerdo”. Después al regresar, lo reclamamos al Ministerio de Asuntos Exteriores. Recuerdo perfectamente que era un José Garnelo [Alfonso XIII, con uniforme de capitán general de Artillería]. Pero allí no dije nada, solo pregunté: “¿Ustedes saben de dónde procede ese cuadro?”. Contestaron que del Ministerio de Asuntos Exteriores. En el Ministerio o no sabían nada o se hacían el sueco pero acabaron afirmando que era un cuadro del Museo del Prado. Fue una labor casi policial.
Se incorpora al Museo Nacional del Prado con un primer año de prácticas, para posteriormente realizar una revisión de los fondos de la colección permanente, lo que luego vendría a llamarse "Prado disperso". Se vincula al Servicio de Exposiciones Temporales y más tarde a la Colección Permanente donde se encarga de la remodelación de las salas y del control de los movimientos de las obras de arte.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018