Diego, el conserje, era el que más mala leche tenía. No se le podía culpar de nada porque el primero que estaba puntual allí era él. Llegaba por la mañana, se ponía su levita, se agarraba sus botones y miraba de un lado para otro para ver cuándo llegábamos. Cuando ya estábamos todos en las salas, entonces abría el Museo y hacía pasar a la gente. Siempre estaba él ahí, clavado. Y yo sé que tenía muy mala leche porque cuando me tocó ir al servicio militar le dije “señor Diego, mañana tengo que ir al servicio militar, tengo que ir a que me tallen”. Dijo “ya veremos”. “Pues muy bien, yo le digo al Estado que no voy a la mili porque usted dice que no”. “¿Quién le ha dicho que no?”. “Pues usted mismo”. “Yo dije que ya veremos”, y es que siempre te lo decía, incluso para el servicio militar. “Ya veremos”. Yo pensé “pues nada, no voy a la mili”.
Entra a trabajar en el Museo como ascensorista, pasando después a vigilante y finalmente, desde 1997, trabaja como carpintero del Museo, que es su verdadera profesión.
Entrevista realizada el 19 de diciembre de 2017