En el año 1981, prácticamente llevábamos muy poco tiempo de rodaje en el Museo y de repente, en septiembre, llegó el Guernica a España.
Las dos personas que se ocuparon de todo, del embalaje y demás, fueron Álvaro Martínez Novillo, subdirector de Artes Plásticas, y José María Cabrera que es el director del Instituto, que fueron los responsables del montaje en el Casón del Buen Retiro.
Era todo muy secreto. Un día me llaman y me dicen que hay que traer todos los equipos al Casón en una furgoneta.
Yo sabía por otras personas que ya estaban volando a España con el Guernica.
Total tuve que estar trabajando con gran agobio en un cuarto pequeño que se hizo para meter el rulo enorme aquel. Se empezó por desmontar los pequeñitos y detrás de mí, en la esquina, un guardia civil con metralleta calada. Claro, yo venía del Mayo del 68 y de correr y pensaba “¿y si se le escapa la metralleta?”. Estaba ahí, con nosotros dando vueltas todo el día y charlando todo el día sobre el cuadro, sobre lo que se iba a ser... Entonces aquí en el Casón, con una persona del Instituto, Maria del Carmen Hidalgo, andubimos en el suelo, montando las placas porque no teníamos condiciones, y estabamos con todo el material preparado esperando a poder trabajar, porque ¿qué pasaba?. Empezó la locura de las visitas y no podíamos trabajar. Cuando la sacaron de aquel cuartito fue la primera vez que yo veía una cámara con visión externa. Eran las medidas de ese momento, pero te impresionaban. No estábamos muy acostumbrados, y estuvimos mucho tiempo sin poder trabajar debido a las visitas. A las 21 horas ya se iban todos y decía José María Cabrera: “Vamos a tomar las placas”. Yo tenía tres niños pequeños y me tenía que ir porque tenía a mi familia abandonada.
Por fin pudimos hacer algunos documentos y algunas cosas, y siempre se encuentran algo si sabes buscarlo. Era también la emoción psicológica e intelectual, como quieras llamarle, más allá del cuadro, la cuestión política. No daba mucho en radiografía porque había un problema con capas de plomo internas. Luego, en infrarrojo, sacamos el toro y en la parte de arriba hay cinco o seis ojos. No están los dos que vemos. Luego el guerrero está en otra dirección. Cuando comparabas el toro con todos los trabajos que había previos de Picasso, podías saber entre qué día y qué día se había hecho ese cambio. Y luego, en el guerrero, resulta que el cambio se hizo la noche antes de llevar el cuadro a la exposición porque en la última foto que hace Dora Maar no estaba este cambio. En la parte técnica encontramos la transparencia del color en Picasso. Cuando tú reproduces este cuadro de Picasso aparecen el blanco y el negro, no hay más. Pero si te fijas con luces especiales, hay azules, hay ocres, hay rojos. Hay cantidad de color que no se aprecia cuando vemos las reproducciones.
Jefe del Gabinete de Documentación Técnica del Museo, conservadora del Cuerpo Facultativo de Museos. Ha trabajado en la Escuela de Restauración de Madrid y en el Laboratorio del Instituto de Conservación y Restauración. Ha participado en numerosas investigaciones y publicaciones.
Entrevista realizada el 20 de abril de 2018