Por ejemplo, desde pequeñita siempre me fascinó Velázquez. Pero cuando vine al Prado y me puse a estudiar al Greco… No es que no le conociera, pero hay tantas ocasiones en las que ves un cuadro atribuido al Greco y que no te dice nada, porque hay muchísimas copias y obras de taller, que cuando pude ver al verdadero Greco en profundidad en el año 1980 estudiando El expolio, en la catedral de Toledo, no puedes menos que decir “estoy delante de un pintor de una enorme magnitud”.
Y últimamente, poco antes de terminar nuestra obra sobre El Greco que se publicó en 2015, pude cumplir el sueño de mi vida, que fue a hacer el tríptico de Módena. Algo enorme. Pasamos de obras muy grandes a lo más mínimo que es el tríptico de Módena. Fue un día memorable, de nieve hasta la cintura, difícil de llegar a Módena, muy difícil. Con la ayuda del profesor Bertani que nos ha ayudado muchísimo en el desarrollo de la cuestión de infrarrojos, para los nuevos métodos, los nuevos equipos, pudimos hacer este tríptico tan pequeño. Recuerdo pensar “este pintor fue bueno desde el principio hasta el final”. Siempre se habla que los pintores no son tan buenos en sus primeras épocas pero un buen pintor pinta bien desde el principio hasta el final. Va desarrollando su técnica, va evolucionando. Realmente me ha ocurrido con muchos pintores que cuando he conocido la obra, he profundizado en ella, he sentido aún más respeto por esos artistas.
Jefe del Gabinete de Documentación Técnica del Museo, conservadora del Cuerpo Facultativo de Museos. Ha trabajado en la Escuela de Restauración de Madrid y en el Laboratorio del Instituto de Conservación y Restauración. Ha participado en numerosas investigaciones y publicaciones.
Entrevista realizada el 20 de abril de 2018