Cuando entrábamos por las mañanas, recuerdo que había un señor en la puerta de Goya baja, junto a la escalinata de la puerta de Goya alta. Era un enanito que vendía postales en una especie de carrito que era como una moto con carro. Él tenía sus postales allí, hablaba un poquito de inglés y se dirigía los turistas y les vendía las postales. Era como una institución, estuvo durante muchos años. Se llamaba Ricardo. Nosotros le queríamos muchísimo porque era encantador y siempre charlábamos con él. Estaba siempre, llegaba con su moto, sacaba sus postales y ahí las vendía. Pero claro, ¿qué ocurría? Que los turistas querían enviar esa postal. Entonces en la oficina de copias del Museo del Prado les vendíamos los sellos. Les poníamos los sellos y después, cuando yo me iba a mi casa, hacia Cibeles y Banco de España, me pasaba por Correos y echaba las postales para que llegaran a los distintos países.
Comienza a trabajar en el Museo como ascensorista, pasando después a vigilante de sala y al Departamento de Copias como administrativo.
Entrevista realizada el 21 de mayo de 2015