16 de febrero de 2019
Siguiendo el ritmo agotador de la modernización— la brecha entre el Antiguo y el Nuevo Régimen, la conmoción de los mundos urbano y rural, la secularización y los comienzos de la cultura comercial —, el Museo y el paseo del Prado coevolucionaron de formas que convirtieron al ocio en un fenómeno tan relevante como tantos otros mejor estudiados por los historiadores de los museos. A primera vista, la amalgama de experiencias que combinaban las pinturas y esculturas del museo con los encuentros a veces grotescos que habían sido confinados inicialmente a la pradera de San Isidro, pero que fueron penetrando en el paseo del Prado a medida que el siglo XIX avanzaba, podía parecer simplemente un asunto de evolución natural, de la cultura moderna pasando a ocupar el tiempo y el espacio de las celebraciones tradicionales. Pero, en realidad, no era tan sencillo.
Conferencia impartida por Eugenia Afinoguenova, Marquette University Milwaukee, Estados Unidos.
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