Me llamo Francisco Manso Guerrero. Entré en el Museo del Prado el 9 de mayo de 1966. Tenía aquí un tío, David Manso, que era el padre de Carlos Manso, que tenía su laboratorio en el edificio del Casón del Buen Retiro. Mi tío era policía y estaba aquí de comisario. Me dijo: “Oye, necesitamos personal; han dicho que va a entrar personal nuevo y quizá te interese si ya tienes un trabajo por la tarde”. Porque en aquel momento se trabajaba solo cuatro horas por la mañana: desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde. Se ganaba poco, no sé si unas trescientas o trescientas cincuenta pesetas. Casi todos los que trabajábamos aquí estábamos en otro sitio al mismo tiempo. Había dos trabajadores de la EMT [Empresa Municipal de Transportes de Madrid], tres o cuatro policías municipales, otros cuatro o cinco que trabajaban en Sanidad. También había guardia civiles jubilados a los que les daban la opción de optar a estas plazas.
Entonces me llamó mi tío, vine y me entrevistó doña Pilar Pérez, que era la secretaria de dirección, la que llevaba todo. Me acuerdo que habló con mi tío. Él tenía la misión de que cuando alguien nuevo entraba a trabajar en el Museo, ir al barrio en el que vivía para informarse de cómo era, porque había que traer el certificado de penales y otro certificado de Falange. Entonces había algunos que querían trabajar en el Museo, pero por haber tenido cualquier cosa pequeña ya no podían hacerlo. Recuerdo que doña Pilar le dijo a mi tío: “No le voy a pedir a usted que vigile a este muchacho”. Y mi tío contestó: “De este respondo yo”. No sé si sería un martes. Felipe [Fernández] era el padre de Sonsoles [Fernández Revilla] y hacía de todo. Él estaba de conserje, pero también era sastre y hacía los uniformes, y además llevaba el control de los libros. Aunque después lo independizaron y él salió de allí. Entonces me dijeron: “Pasa para que Felipe te tome medida y mañana vienes a trabajar ya”. Y pregunté: “Mire usted, ¿podría ser el lunes?”. Y contestó: “Pues el lunes”. Y me fui del Museo en marzo de 1991 por incompatibilidad, ya que estaba trabajando en otro sitio, en la EMT. Anteriormente tuve que pedir permiso al Ministerio de Cultura y me lo dieron, pero después me enviaron una carta indicando que debía elegir entre una cosa u otra. Entonces dejé el Museo porque ganaba menos dinero y tenía que mantener a la familia.
Trabaja durante tres décadas como vigilante de sala dentro del Cuerpo Especial de Subalternos del Museo Nacional del Prado, y también como ordenanza de dirección.
Entrevista realizada el 04 de diciembre de 2017