Cuando terminé las prácticas de museos, Joaquín de la Puente, el responsable de la sección de siglo XIX, que era la que estaba en el Casón, me propuso arreglar la biblioteca. La biblioteca había venido del Museo de Arte Moderno en paquetes, que se desenvolvieron allí y quedaron todos los libros por el suelo. Entonces, don Joaquín me enseñó aquella habitación con todos esos libros y me preguntó: “¿Usted es capaz de organizar esto?”. Yo, por supuesto, me quedé perpleja y dije: “No sé cómo voy a hacer esto porque, al fin y al cabo, no sé si tengo conocimientos suficientes”. Pero entonces me dijo: “Venga usted conmigo”. Y me llevó a su despacho y en un armarito tenía las joyas bibliográficas. Me enseñó los tres tomos, que son unos tomazos enormes, de la “España artística y monumental” de Pérez Villaamil. Son unos libros auténticamente maravillosos que tenía guardados como joyas. Al verlos, me quedé entusiasmada y dije que por supuesto que sí que podía ser capaz.
Empiezo a trabajar pero de catalogación de libros sabía lo justo, lo que había podido estudiar en la carrera pero nunca con una dedicación. Entonces, lo primero que hago es matricularme en un curso en la Biblioteca Nacional, lo que hoy podría ser un máster de dos años de Biblioteconomía y Documentación. Y hago ambas cosas a la vez: por la mañana estoy en el Casón aplicando en la práctica la teoría que aprendo por las tardes en la Biblioteca Nacional. Cuando al cabo de un par de años después —no puedo concretar la fecha— ya he organizado la biblioteca, don Joaquín poco a poco me va encargando tareas de conservación del Museo. Definitivamente asciendo y me coloca en un despacho cerca de él, donde ya me dedico por completo a hacer trabajos de conservación.
Tras dos años de prácticas, comienza trabajando en la Biblioteca del Departamento de Pintura del Siglo XIX, pasando a ser Conservadora desde 1987.
Entrevista realizada el 21 de febrero de 2018