Teníamos los lavabos cerca los ascensores, digamos a una distancia de dos metros o algo así y ahí siempre estaba una señora, que era la que atendía los lavabos, sentada en su silla y con quien los de la Brigada tenían mucha amistad. Lo que peor la ponía a ella era que un tal Desiderio, miembro de la Brigada, siempre llegaba, la sorprendía y le hacía cosquillas en la planta del pie. Ella pegaba saltos del susto y todos reíamos. Un día va Anthony Quinn al servicio y había visto la broma. Cuando sale, le hace las cosquillas a ella y Anthony Quinn rompe a reir. El tío era un fenómeno. Otro famoso que vino al Museo fue Charlton Heston, que también estuvo haciendo una película aquí. Era un poco seco y tal, pero bueno, una vez me dio unos 5 dólares de propina.
Otra vez vino el presidente de Estados Unidos, el de los cacahuetes, no me acuerdo cómo se llamaba. Yo estaba en la sala 49 de vigilante y había un mural grande en el centro, un tríptico muy bueno. Yo estaba sentado; el Museo ya estaba cerrado y pasaban los policías americanos con unas linternas que eran como dedos y con eso se veía ni se sabe. Yo estaba allí sentado, al lado mío estaba un capitán de policía y no sé cuántos más agentes de la policía española. Y de repente un americano descorre una cortina para mirar detrás y yo me levanto, me coge del brazo el policía y me dice “¿qué haces?”. Y yo “ese hombre está encima del cuadro, ¿pero qué se cree?”. Y me dice "tú tranquilo, déjalo que haga lo que le dé la gana; no te metas en nada, que lo único que puedes encontrar son problemas; estos son así”. Era como si el Museo fuese de ellos. Entraban en la dirección, enchufaban lo que tenían que enchufar, hacían de todo, buscaban por todos lados. Y la policía nuestra decía “nosotros estamos aquí de comparsa, nada más; que hagan lo que quieran”.
Entra a trabajar en el Museo como ascensorista, pasando después a vigilante y finalmente, desde 1997, trabaja como carpintero del Museo, que es su verdadera profesión.
Entrevista realizada el 19 de diciembre de 2017