Hay otra cosa curiosa que Jesús me ha contado. Cuando un día Jesús fue a coger el mando por la mañana ya que David, el jefe de noche, se iba, este le contó a Jesús: “¿Querrás creer que anoche dando la ronda te sentimos por aquí? Enteramente oímos tus pasos, que estabas aquí en el Museo, pero no solo yo, también el otro compañero que venía conmigo haciendo la ronda”. O sea, que Jesús estaba soñando y le oyeron en el Museo. Porque él sueña con el Museo. Es curiosísimo.
Para mí es muy importante el Museo, lo ha sido y lo será, pero para Jesús es el no va más. Quiere que sus cenizas reposen en el Museo como sea, “en un rinconcito oscuro”, dice. Y yo le digo: “Bueno, no te preocupes que en caso de que no lo consigas yo te prometo que, si sobrevivo, te iré colocando. Y además te colocaré allí donde no puedan barrer, para que estés allí siempre”. Porque el Museo es su pasión. “Es que me emociono con el Prado”, dice; y cada vez que pasamos en el autobús, exclama: “¡Mira, el Prado!”.
Trabaja como vigilante de sala del Museo del Prado desde 1990 hasta 2013. Temporalmente trabaja también como informadora y taquillera.
Entrevista realizada el 23 de abril de 2018