Sánchez Cantón era un gran hombre, serio, muy fácil de hablar con él y una buena persona. Hizo la obra del techo donde ahora está Goya, porque había un cuadro en el techo que tenían que quitar, porque era de madera y lo querían poner de hierro. Yo me ofrecí para quitar el cuadro, y lo quité. Con dos gatillos de hierro hice una especie de cámara fotográfica, y lo fui desclavando y enrollando. De ancho tenía por lo menos cuatro metros y pico, y de largo cerca de cinco. Hice una especie de rollo y lo bajé. Era como un rollo de película fotográfica de más de dos metros. Lo tuve que unir, lo pegué con un tubo, con una manivela para ir recogiéndolo. Y lo bajé. Después para subirlo hice lo mismo. Pero estaba descuadrado y era difícil cuadrarlo bien. Entonces, el albañil me hizo una pieza de madera sujeta al techo con cola de milano; y así con paciencia lo subí y después lo cosí. Tenía gajos que debían de ser de unos sesenta centímetros de ancho. Había espacio en la rebaba, que era la parte del cosido que no habían cortado, y aprovechando eso lo cosí al techo. Y cuando llegué al final pensé: “Esto está perdido ya, no me ha salido bien”. Y de repente el cuadro hizo: “¡Chas!”, y se colocó solo. Me dieron una gratificación, pero los oficiales dijeron que habían estado arriba. Y sí estuvieron, pero no como yo; yo haciendo, pero ellos sin hacer. Entonces dijeron que ellos también tenían que recibir una gratificación, y lo que me iban a dar a mí lo repartieron entre todos. Encima me llevé menos que los demás.
Entra a trabajar en el Museo como carpintero y después de un breve periodo como vigilante de sala, se incorpora al taller de restauración realizando labores de carpintería, que era su especialidad. Su padre también trabajó en el Museo Nacional del Prado, y participó en la evacuación de las obras durante la Guerra Civil española.
Entrevista realizada el 11 de febrero de 2015