Si hablas con cualquier copista te va decir que viene a aprender y es verdad, se aprende mucho pintando. Existe el decir que algunos vienen solamente a vender su copia, pero yo recuerdo a una pintora jovencita que me dijo: “Paco, yo lo que pretendo es vivir de mi pintura, si yo vendo una copia o hago una original, lo que pretendo es venderlo para poder vivir de ello”. Pues sí, lleva razón en ese sentido, me parece perfecto. Pero ahora es complicado aprender la pintura realista, la clásica, porque no hay muchos sitios donde se pueda aprender.
El Museo, a la persona que viniera a copiar, siempre le ha facilitado un caballete y el poder pintar durante un tiempo una copia determinada.
En aquella época no existía una oficina de información como tal. La información la dábamos en la oficina de copias. La primera fotocopiadora que hubo estuvo en la oficina de copias. Para poder dar una información más detallada, lo que hacíamos era ir sala por sala apuntando todos los cuadros que había, con el número de catálogo. Así, en el momento que nos preguntara alguien sobre un determinado cuadro, podíamos saber dónde estaba colocado.
Los lunes solía estar cerrado el Museo y me venía muy bien en la oficina de copias, porque así organizaba el tema de los caballetes con los bastidores en cada sala donde los copistas pintaban. Tenía un compañero que era el mozo de caballetes y entre los dos íbamos colocando los caballetes en los lugares donde estaban pintando. Entonces lo dejábamos todo preparado para que el martes a primera hora pudieran ellos ponerse a pintar. No en todas las salas y no todos los cuadros se pueden pintar. Por ejemplo, ni Las meninas ni Las majas se pueden pintar. Son cuadros emblemáticos que todo el mundo que viene al Prado viene a verlos y claro...
Hubo épocas que había más de cien caballetes en el Museo. A principios de siglo se copiaban más de mil copias al año. Cuando yo entré, no llegaba a doscientas copias las que se hacían; ahora, se hacen unas setenta u ochenta copias al año. Ahora mismo hacer una copia supone pagar cien euros. Los estudiantes pagan menos que una persona que venga por el mero hecho de hacer una copia. Un autodidacta, por ejemplo, tendría que pagar cien euros por cada copia. Antes eran cincuenta o sesenta euros. De un tiempo a esta parte también ha subido, porque la vida sube y ahora se lo piensan un poquito más, claro. Antes cuando un copista venía, solía hacer cuatro copias al año, ahora hace solamente una o dos.
Comienza a trabajar en el Museo como ascensorista, pasando después a vigilante de sala y al Departamento de Copias como administrativo.
Entrevista realizada el 21 de mayo de 2015