Así como la contigüidad del edificio de Villanueva y de los Jerónimos permitió que continuasen bajo un mismo techo Velázquez y Goya, está bien que realmente uno vuelva a encontrarse con la ciudad cuando tiene que venir al Casón o tener que pasar al Salón de Reinos. Incluso si algún día el Museo pudiera permitirse también el lujo de abrir la puerta de Velázquez y poner a los visitantes más cerca del Paseo del Prado, estaría todavía mejor. En términos de eficiencia, no hay que pretender que todo esté conectado por sótanos, que a veces resultan antipáticos. Cualquiera que sea la solución final que se dé a la rehabilitación del Salón de Reinos —bien llevar allí los cuadros de batallas o bien dedicarlo a exposiciones temporales con carácter distinto a las de Jerónimos—, me parece grato que el visitante del Museo rompa por un momento la visita y se tome el descanso que da estar en la calle, antes de cambiar de registro. Creo que eso estaría muy bien. Es decir, no veo el Campus como un inconveniente sino al contrario, lo veo como una oferta que el Museo hace para verlo integrado con una escala más en consonancia con la escala de la ciudad, y no como un edificio inmenso. Esta dispersión que da el Campus va a permitir una orientación más clara de las gentes y mucho más grata y en contacto con la ciudad. La cuestión es facilitar la comunicación y hacer un mecanismo de señalización que evite equívocos en las calles. Es una gran tarea.
Patrono de la Fundación Amigos Museo del Prado desde 1994, se encarga de realizar la ampliación del Museo Nacional del Prado desde 2000 hasta 2007.
Entrevista realizada el 30 de octubre de 2017