La primera radiografía que hicimos fue El Descendimiento de Roger van der Weyden. Un cuadro sobre el que hemos vuelto en varias ocasiones por restauraciones y otros motivos, pero aquella primera radiografía fue increíble porque no teníamos siquiera reveladoras automáticas para las placas radiográficas. Teníamos que montar unas cubetas que diseñó el profesor Cabrera, y en un cuarto de baño del edificio Villanueva teníamos que revelarlas y fijarlas. Ahora parecería que se hace muy rápido todo, pero entonces era distinto. Aparte se tienen que hacer todas la placas de una misma obra en el día, porque no salen iguales unas placas y otras. La impresión era en un cuarto pequeñísimo, moviendo un cuadro tan grande sin ayuda. Ahora la Brigada acude a todo y está todo más organizado. Teníamos que darle la vuelta al cuadro porque había que hacer una mitad, luego la otra mitad. Por supuesto con el mayor respeto. He de decir que en todas las obras con las que he trabajado nunca me ha sucedido ningún accidente. Digamos que eran peligros controlados. Y cuando vi salir los resultados eso sí que es una emoción que puede contigo misma. Tantos años viendo el cuadro en las paredes del Museo y ahora tenía también la radiografía. Yo venía del Instituto de Restauración y había visto muchos cuadros en radiografía porque mi tesis la hice sobre esa cuestión. Pero El Descendimiento era una pieza mayor. No era cualquier cosa. Siempre hay obras que no sabes por qué, o por el día que te cogen, o por el momento, que suponen una sensación y unas vivencias diferentes.
Jefe del Gabinete de Documentación Técnica del Museo, conservadora del Cuerpo Facultativo de Museos. Ha trabajado en la Escuela de Restauración de Madrid y en el Laboratorio del Instituto de Conservación y Restauración. Ha participado en numerosas investigaciones y publicaciones.
Entrevista realizada el 20 de abril de 2018