En este momento en que los museos intentan abrirse, para que entendamos que lo que tienen es valiosísimo y no se puede perder nada, para no perder audiencia, creo que sigue siengo la responsabilidad del historiador, de la historiadora, la búsqueda de la verdad. Un museo no cumple su función si no reconoce que debe estudiar sus fondos y decir a los demás, por escrito y desde un punto de vista científico, histórico y artístico, lo que es o no es de un artista. La responsabilidad de un museo es saber sobre lo que tiene, sobre los artistas y sobre lo que hay o no. Lo otro es indigno, una mentira, es hipócrita y no es lo que debe hacer un museo, sino buscar la verdad. Y en el Prado se ha cumplido bastante bien. Una de las primeras cosas que logré quitar de los muros del Museo fue un llamado Autorretrato de Rembrandt, que ahora está en los almacenes, porque es una cosa moderna, y estaba colgado como un Autorretrato original de Rembrandt. Eso es una vergüenza para una institución como el Prado. Y allí estaba, y decían: “Pero es de Rembrandt, del que solo tenemos una obra, y así tendríamos dos…”. No, así solo tendríamos una mancha sobre nuestra honradez intelectual. Fuera este cuadro. Y también pude quitar otras cosas con el paso del tiempo.
Llega al Museo del Prado con una beca de la Fundación Juan March. En 1981 obtiene la plaza de Conservador de Dibujos y Estampas del Museo del Prado. Después es nombrada Subdirectora de Conservación e Investigación (cargo que desempeña entre 1981 a 1996) y vocal del Real Patronato (de 1991 a 1996). Hasta 2018 ha sido jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018