Estaba en una sala pequeña, donde solo cabían Las meninas con un espejo donde se veían reflejadas. Entonces ese juego del espejo que hay en Las meninas también te lo daba la propia sala. Impresionaba. ¿Pero sabes qué pasa? El Museo ha cambiado mucho de público. En aquella época había poco público, por lo que no era difícil. Pero luego llegó un momento en el que no se podía entrar, tenías que hacer cola para entrar. Entrabas por una puerta y salías por la otra, porque estaba en una sala que tenía una puerta de entrada y otra de salida. Claro, la gente se paraba delante del cuadro a mirarlo, y ya no solo había público en la sala de Las meninas, sino también en la sala anterior, que estaba ocupada por el público. Cuando el Museo tenía poco público, tenía su razón de ser, pero cuando empezó a crecer el número de visitantes del Museo, eso ya no se podía mantener. Entonces por eso se puso todo Velázquez en la sala 12, porque es amplia. Por lo tanto, aunque haya un colegio delante de Las meninas, hay espacio para que haya gente detrás. Hay veces que se organiza. Para vigilarla es horroroso, porque hay tanto público que no ves a quién tienes a diez pasos. Pero es distinto, porque es amplio y hay varias puertas de salida y de entrada, por lo que si hay una emergencia es más seguro, porque del otro modo era un cajón. Era una trampa sin salida.
Se incorpora al Museo Nacional del Prado con un primer año de prácticas, para posteriormente realizar una revisión de los fondos de la colección permanente, lo que luego vendría a llamarse "Prado disperso". Se vincula al Servicio de Exposiciones Temporales y más tarde a la Colección Permanente donde se encarga de la remodelación de las salas y del control de los movimientos de las obras de arte.
Entrevista realizada el 28 de junio de 2018