Ahí había dos documentos fundamentales sobre los cuales el Museo del Prado iba a sentar actuaciones, que se han venido haciendo. Uno era el documento de necesidades arquitectónicas como museo. Había que hacer un concurso, y luego tenía que adaptarse, modificarse lo que fuera; pero hacer un concurso que materializaría un equipo de arquitectos. Y por otro lado, qué iba a ser el Museo en el juego cultural de nuestro país, para lo cual hacía falta un consenso que se llevó al Parlamento y que yo redacté. Lo llevó Carmen Alborch, pero aquello era el documento de acuerdo de que los partidos políticos iban a considerar el Prado como de todos. Una de las cosas que se hizo precisamente fue sentar las bases para separar al Museo de la alternancia política. Creo que fui el penúltimo o el último Director General del Museo del Prado. El primero creo que fue Pérez Sánchez, que aspiraba a que el Director del Prado, por su rango, tuviese en el Ministerio ese rango de Director General, y lo hicieron. Pero duramos poco. Con quien más tiempo trabajé en la Dirección General de Bellas Artes, en el Ministerio fue con Jorge Semprún. Y con quien me entendía muy bien, y luego estuve todo el mandato con Jordi Solé Tura. Me parecieron personas extraordinarias, como Ministros de Cultura, difíciles de igualar, diría yo. Sería un buen modelo tener ministros así.
Catedrático de Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Museo del Prado y del Museo Arqueológico Nacional, Director General de Bellas Artes y Archivos y académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Entrevista realizada el 13 de junio de 2018