Creo que antes la gente era más familiar, estaba más unida. Cualquiera decía: “Oye, mañana mira esto a ver si lo puedes arreglar”. Después todo cambió. Recuerdo una vez que bajé a la sala del fondo, la de la rotonda de abajo, habían tirado allí papeles y cosas los niños de los colegios. Y le dije a la celadora: “Oye, ahí han tirado unos papeles y está sucio”. Y me contestó: “Eso no es mi problema, para eso están las señoras de la limpieza”. Antes se trabajaba cuatro horas, pero después nos pusieron la jornada completa y empezó a entrar gente nueva. Anteriormente casi todos eran familiares de unos y de otros. Después ya convocaron oposiciones porque hacía falta gente y entraron estudiantes, que me parece bien. Pero claro, ya no había tanta confianza para decirnos las cosas entre nosotros.
Trabaja durante tres décadas como vigilante de sala dentro del Cuerpo Especial de Subalternos del Museo Nacional del Prado, y también como ordenanza de dirección.
Entrevista realizada el 04 de diciembre de 2017