En las cubiertas del Prado convivían veinte o treinta materiales distintos: teja, plomo, zinc, cristal de varios tipos, pavés,… Había montones de materiales distintos. Había zonas soladas. Muchas máquinas de climatización y otros equipos de instalaciones estaban encima de las cubiertas. Aparecían tuberías de conducción de aire por allí encima. O sea, era un poco desastre. ¡Y plomo, también había plomo!
Realmente eran fundamentales dos cosas: por un lado, resaltar el edificio Villanueva original, porque las ampliaciones lo habían deformado de alguna forma, y, por otro lado, actualizar las instalaciones. Las cornisas del edificio habían desaparecido con las ampliaciones en la cara este, donde se ha hecho la ampliación más reciente. Después, las cubiertas tenían unas instalaciones que se habían hecho ‘a posteriori’ a esas ampliaciones, y que se habían metido por ahí arriba de una forma muy forzada. No había forma de mantener los encamonados porque eran casi inaccesibles. La sala 12, la linterna de Velázquez, tenía focos que no se podían cambiar porque no eran accesibles. Cuando se instalaron, se fundieron, y por eso era una sala muy oscura. A lo mejor la gente estaba muy acostumbrada a esta situación, pero no era lógica.
Entonces, era fundamental actualizar, poner en vigor todo aquello y que pudiese haber mantenimiento, porque no se podía mantener. Te jugabas un poco la vida cuando subías a los encamonados. Cuando tenían que cambiar focos de algunas zonas, los electricistas a veces tenían que llevar arnés porque era peligroso. Se podía romper un cristal y caerse a la sala. Se hicieron bandejas para que pudiesen andar por allí sin que se cayesen. Había zonas a las que no había forma de llegar. Había unos sistemas de control de iluminación que no funcionaban. No se podían limpiar cristales. No se podía hacer casi nada. Entonces, estaba lleno de porquería, porque era dificilísimo de limpiar.
Se podrá criticar la solución, se podrá pensar que no es la adecuada… pero la verdad es que a mí me parece que era muy buena solución. Se ha resaltado lo que es el edificio original de Villanueva. Los encamonados son accesibles, los techos de cristal son pisables, las vidrieras dan al norte y la luz es mucho más controlable. Todo eso era fundamental. Puede haber críticas, pero yo creo que la solución desde un punto de vista arquitectónico y funcional es muy buena.
Arquitecto, trabaja en el Museo del Prado como jefe del Área de Obras y Mantenimiento desde 1994 hasta 2009, participando en grandes proyectos como las obras de remodelación de las cubiertas, la ampliación de Jerónimos o la reforma y ampliación del Casón del Buen Retiro.
Entrevista realizada el 09 de mayo de 2018