Las primeras salas que aquí se reformaron fueron las de Velázquez. No se me olvidará en la vida. Luego ya se fue reformando todo el Museo. El Casón estaba intacto. Se siguió por Tiziano, toda esta zona de la primera planta según se entra a la izquierda. Ahí estaban los primitivos flamencos antes. Todo eso. Hay que pensar que las salas en las que la iluminación era natural a través de los tragaluces, en los días nublados prácticamente no se veía. Los suelos eran de madera. Y en verano había un detalle que no se me olvida: en las salas de Tiziano había un extractor que sacaba el aire caliente de las salas. Eso lo he visto yo.
Después se reformó la gerencia que es donde ahora están los Amigos del Museo del Prado. A partir de ahí fue un continuo de obras y no se acabaron en años. Por ejemplo cuando se hizo el cuarto de calderas hubo que vaciar la calle donde aparcábamos nosotros. Justo ahí donde vivían los conserjes, al lado de las casitas pequeñas. La sala del Tesoro del Delfín también se hizo a mano. Ese espacio no existía. Se excavó, se hizo la cámara. Fueron impresionantes aquellas obras. Para nosotros fueron muy duras las obras. Para todo el personal de noche porque había muchos huecos. Por mucho que se vigilara siempre quedaban huecos… Nunca llegó a pasar nada, gracias a Dios, porque además estaba la policía por fuera y siempre se reforzaba el equipo de noche pero hubo momentos duros.
Ha trabajado en el Museo del Prado dentro del servicio de vigilancia nocturna durante más de tres décadas.
Entrevista realizada el 05 de diciembre de 2017