Las propias personas son o somos difíciles de tratar. Eso también lo aprendí aquí. Porque un profesor de universidad, entre las ventajas que tiene en su profesión es que apenas tiene jefes y apenas tiene subordinados. Esa era mi percepción de la vida laboral. Fue muy difícil encontrarme aquí con jefes, que no eran unos jefes cualesquiera, sino que era la Ministra o el Secretario de Estado, y con cuatrocientos subordinados; aunque que ahora son más. Fue muy difícil; la verdad es que metí la pata muchas veces, tanto en mi relación con los superiores como con los inferiores. Poco a poco fui aprendiendo. Eso es lo más difícil: conformar equipos, dirigir y comprender la psicología y la manera de hacer de las personas y de otras instituciones. Todo eso es absolutamente enriquecedor.
Como tienes de todo, tienes que aguantar impertinencias y buenos haceres. Eso te da una experiencia de vida y de trato con las personas que es fundamental y que me ha servido muchísimo para mi vida posterior, no solo profesional sino fundamentalmente personal. Saber comprender los problemas de cada uno, sus intereses aunque tú no los compartas o pienses que se preocupa por unas cosas nimias, pero que para esa persona es importante. Todo eso es muy importante tenerlo en cuenta porque para esa persona es clave. Ese trato diario del Museo me sirvió mucho y me sigue sirviendo. Te da una perspectiva mucho más amplia. Para mí ser director del Museo del Prado fue realmente aumentar de una manera exponencial mi perspectiva sobre la realidad.
Director del Museo del Prado de 1996 a 2001, historiador del arte y museógrafo, especializado en la pintura barroca y especialmente en el coleccionismo y mecenazgo regio en la España de los siglos XVI y XVII.
Entrevista realizada el 30 de mayo de 2018